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encuentros en la tercera fase

encuentros en la tercera fase

 

Close Encounters of the third kind

Director: Steven Spielberg.

Guión: Steven Spielberg

Intérpretes: Richard Dreyfuss, Teri Garr, Melinda Dillon, Bob Balaban, Gary Duffey, François Truffaut.

Música: John Williams.

Fotografía: Vilmos Zsigmond y Douglas Trumbull.

EEUU. 1977. 133 minutos.

 


 

 

Trascendencia

 

 

Lo primero que conviene decir al respecto de esta Close Encounters of the third kind, amén de que se trata de una obra asombrosa, es que contiene la primera seña de identidad discursiva de Steven Spielberg. El único antecedente al que se la puede comparar es el 2001 de Kubrick, confrontable por moverse en el terreno de la ciencia-ficción y especialmente por su finalidad de festín visual. Pero las concomitancias entre una y otra película no van mucho más allá. De hecho, discursivamente se hallan en las antípodas. Spielberg, con esta acaso su primera obra maestra, quiso acercar el espacio al público, en el sentido de narrar el advenimiento a la tierra de unos alienígenas. Nada nuevo, podrían decir los amantes de la serie B clásica. Es cierto, pero resulta menos común que estos alienígenas no vengan a sembrar el pánico. Y resulta ya del todo inédito encontrarnos con el tratamiento argumental que Spielberg propone, cuyo leit-motiv estriba en el contacto de orden espiritual que se establece entre un hombre de clase media –Roy Neary, interpretado por Richard Dreyfuss- y los extraterrestres que vienen a establecer un contacto amistoso con la mankind. Aunque el filme juegue a diversos niveles narrativos, e incluso articule una compleja historia de investigación institucional de los insólitos acontecimientos que se van produciendo y que culminarán en la Devil’s Tower, no cabe duda de que Spielberg apuesta en definitiva por el factor humano, por lo que de trascendente significa para el ser humano ese contacto, que alcanza en algunos instantes sobretodo del clímax auténticos tintes místicos.

 

 

         Luz, sonido y color

 

Para ejecutar tan singular historia, el realizador logró codearse con el más lujoso equipo técnico de la época (la Industrial Light & Magic que había triunfado recientemente con Star Wars, la edición de Michael Khan, una orquestración de lujo de John Williams, Carlo Rambaldi en la creación de las criaturas alienígenas, y sobretodo un elenco de hasta siete directores de fotografía, con Vilmos Zsigmond y Douglas Trumbull a la cabeza, para dar la puntilla al espectáculo de luz, sonido y color que se desata en el tercio final de la película). Tras Duel y Jaws, y en esta ocasión partiendo de un libreto de acuñación propia, Spielberg daba muestras de su superlativa capacidad para conjugar los elementos cinematográficos y extraer la máxima emoción. Sí, en 1977 Spielberg ya lo hacía como nadie.

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