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Celebrity

Director: Woody Allen.

Guión: Woody Allen.

Intérpretes: Kenneth Brannagh, Judy Davis, Joe Mantegna, Melanie Griffith, Famke Janssen, Winona Ryder, Leonardo Di Caprio, Charlize Theron, Sam Rockwell.

Fotografía: Sven Nykvist.

EEUU. 1998. 111 minutos.

 


 

 

 

Famous fabulous life

 

Una primera lectura de esta película de Woody Allen revela el esmero del realizador de Crimes & Misdremeanors por construir una sardónica mirada sobre los entresijos del mundo de la fama, la vacuidad (¿endémica?) que la soporta y que promueve (convirtiéndose así en un círculo vicioso), y sus perniciosos efectos en el plano moral, cuya reacción sólo contempla la disyuntiva entre la rendición o la frustración. Allen ilustra a la perfección, mediante diversos set-pièces a menudo hilarantes –la modelo que estornuda y es multiorgásmica, el personaje que encarna Di Caprio-, otros más cínicos –la entrevista a la actriz famosa que encarna Melanie Griffith, la postura de la abuela de la familia de Mantegna cada vez que le hablan de un famosillo-, algunos terribles –en los conflictos dramáticos que atañen a la primera persona del protagonista-, esta percepción de la fama como coda de un way of life nada deseable.

 

 

         Éxitos y fracasos

 

Sin embargo, ahondando un poco más en la materia gris inserta en cada plano de Celebrity –que son todos en un antipático blanco y negro precisamente para afear la imagen y no distraer al espectador de esos propósitos narrativos-, Allen habla de lo que siempre habla, de sus turbulentas relaciones con sus propios sentimientos y, of course, con los de aquéllos que lo rodean. Descubrimos al personaje que encarna, bastante bien, Kenneth Brannagh tras una encrucijada, una crisis vital, que le llevó a, como suele decirse, echarse la manta a la cabeza y probar suerte en el mundo del cine y los famosos de diversa estofa. Lo que le sucede a ese personaje, sin embargo, es que se siente incapaz de madurar, y se agarra al clavo ardiendo de una concepción a la postre ingenua de la vida, (in)consciente de que si logra colocar un guión podrá abrirse camino en el mundo de luces (de neón) que le encandila. Sin embargo, cuando establece los cimientos para llevar a buen puerto sus propósitos –cuando se junta con la joven editora que encarna Framke Janssen-, sus propios delirios creativos –y la seguridad en sí mismo nuevamente adquirida- le pierden (le pierden en la piel y la mirada de la chica que encarna Wynona Ryder, un personaje espléndido que Allen se saca de la manga –una especie de ángel, la personificación de la inspiración, la musa imaginada- y que no necesita más de tres o cuatro apariciones esporádicas para convertirse en el catalizador de todos los acontecimientos). Al otro lado del espejo, la ex-mujer del protagonista, hiperbólicamente encarnada por Judy Taylor, nos revela que el azar es, a la postre, el único móvil del advenimiento del éxito. Taylor pasa de ser una mujer despechada e incapaz de, casi, articular una palabra con sentido, a recuperar el equilibrio al conocer y convertirse en la mujer de un próspero productor televisivo, que además le convierte en periodista de uno de sus programas tan sosos como populares. El precio que paga, quizás, no es alto: dejar atrás todo lo que fue e hizo en el pasado.

 

 

Help

 

Se trata sin duda de un discurso pesimista, uno de los más pesimistas del realizador neoyorquino. La palabra “Help”, que abre y cierra la función en el gris horizonte, lo certifica en cada extremo del metraje. Se trata de una película espléndida, que merece ser reivindicada en el seno de una lustrosa filmografía: estoy de acuerdo con la aseveración crítica que dice que al público de Allen no le gusta que otro actor interprete a Allen: probablemente ésa sea la razón por la que Celebrity no sea muy (bien) recordada. Una razón, sin duda, injusta.

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