Melinda y Melinda
Melinda & Melinda.
Director: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Intérpretes: Radha Mitchell, Will Ferrell, Chlöe Sevigny, Chiwetel Ejiofor, Amanda Peet, Josh Brolin, Wallace Shawn.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
EEUU. 2004. 95 minutos.
Debo decir que siendo un paciente y buen seguidor de todas las propuestas de Woody Allen, a mediados-finales de los noventa detecté que el realizador había perdido mucha de su fuerza y habilidad narrativa, limitándose al gadget más o menos hilarante y demasiado recurrido pero careciendo de los asideros en su discurso que hicieran grandes películas como Manhattan, Crimes & Misdremeanors, o incluso Deconstructing Harry. Sin embargo, en la precedente película a la que nos ocupa, Todo lo demás, aprecié cierta recuperación, un renacido mordiente que en sus tres anteriores películas –no carentes de algunas virtudes- eché en falta. Melinda & Melinda, en ese sentido, no sólo no desvirtuaba aquella apreciación, sino que, a mi humilde entender, revelaba un nuevo brio y una ansia de renovación del director de Annie Hall, confiriéndole nuevos pasos a su filmografía.
Ensamblaje
Igual que Allen es capaz de servirnos una versión cómica del nonsense vital que forma parte de su sempiterno leit-motiv temático, pero también de tener sus escarceos –alguna vez, Other Woman, en concreto, brillante- con el género dramático, en la presente ocasión la pirueta que se autoimpone es desarrollar una única historia desde esos dos puntos de vista, con idéntica protagonista y un entorno más o menos semejante. Así, las narraciones de Melinda siguen dos cursos cuya inversión tiene tanto que ver con el desarrollo de los acontecimientos como con el tratamiento tonal. Allen se toma sus licencias, y una especialmente recubre toda esa pirueta de cierto manierismo: la fracción cómica del filme insiste, mucho más que la dramática, en el punto de vista de un a priori personaje secundario, el que interpreta con solvencia Will Ferrell haciendo las veces del típico estereotipo Allen-himself. Esa circunstancia, que podría preocupar a un purista, no empece en absoluto la elegancia y agilidad con la que el director ensambla y desarrolla sus historias, dándose la apetecible circunstancia de que el paso del metraje consiga un progresivo interés para el espectador (esto es, justamente lo contrario a lo que suele suceder en muchísimas películas).
El mismo Allen
Ataviado con sus inescindibles referentes temáticos y musicales, y bien capaz de arrojar, tan callando, pullas de lo más certeras al primero que se pone a tiro (impagable el chiste de la religión en las escuelas en mofa de los Republicanos), Allen demuestra su magnífica forma, su inagotable don para retratar una realidad que no lo es pero lo parece más que casi todas las demás que solemos visitar en el cine norteamericano. Aunque queda mal que yo lo diga, ésa es una buena definición de autoría.
0 comentarios