tierra de abundancia
Land of Plenty
Director: Wim Wenders.
Guión: Wim Wenders y Michael Meredith, en base a una historia de Wenders y de Scott Derrickson.
Intérpretes: Michelle Williams, John Diehl, Shaun Toub, Wendell Pierce, Burt Young, Richard Edson, Yuri Elvin.
Música: Nack y Thom.
Fotografía: Franz Lustig.
EEUU. 2004. 107 minutos.
Cine post-11-S
Aunque parezca que Oliver Stone y Paul Greengrass abrieron la veda del 11-S para la gran pantalla, no es así. Wenders lo hizo antes, y tampoco fue el primero en lanzar una mirada personal sobre el atentado que marcó el devenir de estos primeros años del siglo XXI. Amén de los relatos contenidos en 11’09’’01, tenemos ejemplos de esa mirada, más o menos caleidoscópica, en películas tan dispares como Fahrenheit 9/11 o 25th hour –y con las que la que esta Land of Plenty guarda sus concomitancias temáticas, o incluso narrativas/visuales en el caso de para con el filme de Spike Lee-.
Encuentro familiar
Land of Plenty, con ello, no traiciona los estilemas narrativos (y escénicos) que caracterizan al director de Paris, Texas. Nos cuenta el encuentro de Paul y su sobrina Lana: el primero, un veterano de Vietnam afiliado a la extrema-derecha ideológica que el gobierno republicano puso en boga tras el 11-S, y que se dedica, cual mercenario impropio, a patrullar los barrios más irredentos de Los Angeles en busca de sospechosos de terrorismo, preferentemente islámico, organizado; la chica, recién llegada a esos mismos suburbios de L.A. procedente de Cisjordania, poseedora de una luz en la mirada que proviene de su fe católica, y que cataliza en forma de optimismo y buenos sentimientos hacia un prójimo universal. En el contraste entre uno y otro personajes, tamizado por su edad, experiencia y contexto vital, se articula el discurso de Wenders.
Detalles
Evidentemente, la trama no es más que un vehículo para plasmar percepciones e imprimir ideas y sentimientos en imágenes. De ahí que la historia chirríe en muchas ocasiones, y en otras tengamos la sensación de estar asistiendo a manidos clichés, o en otras, a resoluciones demasiado facilonas. Pero Wenders es Wenders, y está claro que los acontecimientos no son tan trascendentes como los detalles, y en los detalles se abriga el portentoso discurso del realizador alemán. Detalles como la constante descripción de una mayúscula pobreza en las calles de la ciudad angelina; como los artilugios de “guerra suburbial” que equipan la camioneta de Paul, o la emisora de radio que escucha; o, sobremanera, el agente naranja/rosa que se posa en su espalda y cuello cuando su vena iracunda le sacude de modo especial, dolor, efectos del napalm –arma química de los laboratorios estadounidenses Dow- heredados de la guerra de Vietnam, y que, tantos años después, siguen azotando a quien pretende evitar el mismo mal para sus conciudadanos. Detalles como el motivo último del viaje de Lana a los States, que es la entrega de la carta que su madre le escribió a su hermano antes de morir; detalle correlativo al ordenador personal con el que Lana se comunica vía internet con sus allegados en Israel (ordenador personal que parece el único objeto de valor que se trajo de allí, a la vista de su escueto equipaje), dando buena cuenta de la alergia a la soledad que pretende contagiar a todos los que la rodean, y por razones más poderosas (familiares) a su tío Paul.
Final de trayecto
Así, Land of Plenty nos adentra e inmiscuye, con esa serenidad tan cara al realizador de Cielo sobre Berlín, en la contraposición de motivaciones, sentimientos y dolor por pérdidas propias y ajenas. Quizás en la última secuencia (que sería –curiosamente- un desenlace invertido al de 25th hour), Paul y Lana encuentran en la visión de esa explanada desnuda de Manhattan (y en silencio) un punto de encuentro entre sus dispares posturas vitales. Un puente, acaso. Un hermoso desenlace, no tan sobrecogedor como el que rubricaba París, Texas –precisamente porque esa película era mucho mejor que ésta-, pero tan digno y útil como la completa alocución de Wenders.
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