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VOICE OVER

24 hour party people

24 hour party people

24 hour party people.

Director: Michael Winterbottom.

Guión: Frank Cottrell Boyce.

Intérpretes: Steve Coogan, John Thomson, Nigel Pivaro, Lennie James, Shirley Henderson, Andy Serkis.

Fotografía: Robby Müller.

GB. 2002. 111 minutos.

 


 

 

 

Factory Records

 

Finales de los años 70. Tras asistir a un concierto de Sex Pistols, el presentador de televisión Tony Wilson y algunos amigos trazan un plan que a lo largo de las dos décadas siguientes cambiará la faz de la música pop y dará notoriedad a Manchester: se crea la discográfica Factory Records, lugar de origen de grupos como Joy Division, New Order y Happy Mondays. Tras lanzar Factory Records, compran un local y ponen su propia discoteca, Hacienda, que pronto se convierte en una de las más conocidas del mundo, hasta su declive a mediados de los noventa.

 

 

   Fértil radiografía

 

Sobre los años que transcurren desde la visión de Tony Wilson hasta la ruina de ese proyecto profesional trata de indagar la mirada de Winterbottom. Como si quisiera darle al continente el sentido del contenido, el realizador de In this world documenta al espectador de una forma en apariencia anárquica, pero tan serena como lúcida. Avanzando su narración mediante la voz en on de Tony Wilson/Steve Coogan (en on, porque Coogan aparece en imágenes explicándole al espectador el curso de los acontecimientos, con esa idéntica idiosincrasia de vendedor que caracteriza sus actos), Frank Cottrell Boyce prescribe y Winterbottom transcribe fórmulas narrativas de lo más originales que abundan en su fértil y bien documentada radiografía. Sin caer en la tentación de tomarse demasiado en serio lo que cuenta, liberándose de cualquier atisbo de carga nostálgica, Winterbottom  tiene la habilidad suficiente para concretar sus descripciones –caracterizadas a menudo por el tono cáustico con el que se retratan los peones de la función- en un conjunto perfectamente alambicado, y rubricar así un relato apasionante, vívido, bien contextualizado en su ubicación histórica, y, porqué no decirlo, a la postre entrañable.

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