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los tres entierros de Melquíades Estrada

los tres entierros de Melquíades Estrada

The three burials of Melquiades Estrada.

Director: Tommy Lee Jones.

Guión: Guillermo Arriaga.

Intérpretes: Barry Pepper, Tommy Lee Jones, Julio Cedillo, Dwight Yoakam, January Jones, Melissa Leo.

Música: Marco Beltrami.

Fotografía: Chris Menges.

EEUU. 2005. 115 minutos.

 


 

 

Tommy Lee Jones...

 

 

... es un gato viejo: escoge para su puesta de largo en la realización una partitura escrita por Guillermo Arriaga, creador ya consolidado de pulsiones humanas arrojadas al límite, y las convierte en celuloide con una serenidad que hereda tanto de Eastwood como de Peckinpah (sí, he dicho que hereda serenidad de Peckinpah), rehuye toda convención, y, por lo demás, permitiéndose el lujo de dirigirse a sí mismo en uno de los papeles más sugestivos que han visitado las carteleras en los últimos tiempos.

 

 

   Wet-backs

 

Si el libreto de Arriaga confirma las severas inquietudes que ya apuntó en Amores Perros y 21 grams (las emociones subyugantes que a menudo subyacen de las relaciones humanas), Jones repara en lo que de mítico y crepuscular tiene el journey que Jones y Pepper emprenden con el cadáver del personaje que aparece en el título del filme. Como sucedía en aquella hermosa obra de John Sayles titulada Lone Star, The three burials of Melquíades Estrada es una película eminentemente descriptiva de la vida en la frontera. Tanto en uno como en otro filmes, la acción se sitúa en Texas, y en uno de esos pueblos fronterizos que parecen dejados de la mano de Dios. Tanto Sayles como Jones cincelan su narración con retratos de costumbre de la vida en ese abandonado paraje. En ambos casos los wet-backs dotan de trascendencia a la narración, y aunque el discurso del filme que nos ocupa no aflore con la textualidad del de Sayles, ello no empece que el espectador aprecie, bajo ese aspecto de western con hálito a redención, un lúcido retrato del fenómeno migratorio y la sempiterna injusticia del que emana y por el que transita. En The three burials of Melquíades Estrada el personaje de Melquíades, así como los mejicanos que cruzan y viven en el desierto fronterizo, albergan una humanidad y unos valores que se contraponen claramente a la indiferencia de los agentes de la Border Patrol y a los vicios y la vacuidad vital que reina en la localidad tejana –y que da cauce a un sentimiento de continua renuncia, que se personifica en el diverso camino que emprenden las dos mujeres que se retratan en el filme: la esposa de Pepper, acaso recién llegada al lugar, opta por abandonarlo y regresar a Cincinatti; la camarera del bar, esposa del barman y -diríase que confesa- amante de medio pueblo, no se atreve a dar el paso que Jones le propone, y desaparece de las imágenes y de la historia dejando que la sucia rutina y el vacío sentimental se adueñe de su futuro).

 

 

    Western y redención

 

Conforme avanza el relato –del que se ha hablado de una compleja estructura narrativa que a mí me lo parece mucho menos que el que jalona las obras de Arriaga con Iñárritu-, el personaje de Jones va ganando en abstracción y convirtiéndose –como sucede con muchos personajes del guionista- en la conciencia del personaje que Pepper tan bien encarna, un personaje abocado al dolor ya desde antes de que Jones “le recoja”: recuérdese la secuencia del mall, donde permanece fumando compulsivamente en su furgón, con los ojos perdidos en el sentimiento de culpa; sentimiento al que sólo logrará dar cauce tras atravesar ese periplo de penitencia en el que se erige su viaje inverso –el cruce opuesto de la frontera-, con todas las penurias físicas que le azotarán, y que se rubricará en los gritos y llantos que le dedica a su víctima tras enterrarlo definitivamente en una tierra que no se sabe si es natal pero sí ideal. Al hecho de que poco después Jones desaparezca con su caballo –como el Pale Rider de Eastwood-, Arriaga contrapone otra salvación: Barry Pepper le pregunta que adónde va: es consciente de que Jones le ha salvado la vida, y le entrega una amistad incondicional cuya continuidad las imágenes nos escatiman. Ello nos hace caer en otra referencia cinematográfica, ésta más o menos reciente: las películas sobre la redención (todas las) que componen la corta pero interesante filmografía de Sean Penn.

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