camino a Guantánamo
The Road to Guantanamo
Director: Michael Winterbottom y Matt Whitecross.
Guión/montaje: Michael Winterbottom y Matt Whitecross.
Intérpretes: Riz Ahmed, Farhad Harun, Waqar Sidiqui, Afran Usman, Shahid Iqbal, William Meredith.
Música: Harry Escott, Molly Nyman.
Fotografía: Marcel Zyskind.
GB. 2005. 106 mins. aprox
Sospechosos
Michael Winterbottom y Matt Whitecross rubrican este espeluznante y subyugador documento que narra los avatares de un grupo de británicos de ascendencia paquistaní (algunos de ellos menores de edad) que, encontrándose en Afganistán celebrando algo parecido a una despedida de soltero, fueron retenidos en Kandahar y posteriormente conducidos a Guantánamo como sospechosos de pertenecer a Al-Qaeda. Detenidos a finales de 2001, fueron liberados cerca de cuatro años después, sin cargo o imputación alguna en su expediente.
Guantánamo
Aunque probablemente resulte conocido por los lectores, me permito la licencia de recordar que el penal de Guantánamo (base militar americana en Cuba) se abrió en octubre de 2001 como prisión de alta seguridad para sospechosos del atentado del 11-S y cualesquiera otros de la denominada “guerra contra el terrorismo”. Las personas que son conducidas allí permanecen en un limbo legal indefinido a la espera de ser enjuiciados por presuntos delitos del referido ámbito. Actualmente, cerca de 500 personas se hallan reclusas. Todavía no existen acusaciones formales contra ninguna de ellas. Diversos comités de la ONU han denunciado en repetidas ocasiones que en Guantánamo se está violando sistemáticamente la prohibición mundial contra la tortura, y no son pocas las personalidades de la política mundial que han pedido el cierre de la prisión (recientemente lo han hecho Angela Merkel, canciller alemana, y Lord Goldsmith, fiscal general británico).
Recreación
El filme de Winterbottom (y Whitecross, quien fuera editor de los dos filmes que preceden del primero: In this world y Nine Songs) pretende ilustrar sin ambajes, y en un riguroso orden cronológico, el auténtico calvario vivido por Shaliq Rasul, Ruhel Ahmed y Asif Iqbal, estos tres jóvenes que fueron azotados por toda una maquinaria bélica articulada para combatir el terrorismo internacional. La forma escogida para dar imágenes y narración a tan fatales sucesos funda su eficacia en la celeridad, en la fuerza explosiva de la propia true story, canalizada mediante sucintos comentarios de las tres víctimas que van puntuando una recreación caracterizada por un afán de cinema verité bien conseguido, y un esquematismo para nada reñido con la composición dramática (a la que no es ajena la partitura musical que obliga al espectador a participar del conmovedor crescendo de los sucesos).
Tortura preventiva
Revistiendo la película un punzante afán de denuncia política sobre la flagrante violación de los Derechos Humanos más elementales y sobre la práctica sistemática de formas de tortura en nombre de la paz y la democracia (ahí están las apariciones de George W. Bush, Donald Rumsfeld y Tony Blair mintiendo a la prensa con la más elegante de las impunidades), resulta hasta paradójico que Winterbottom y Whitecross hagan un esfuerzo por atenuar la gravedad de los daños que esa actividad ¿preventiva? del ejército norteamericano inflige a las víctimas que aparecen en pantalla –y otros cientos de individuos que han pasado sus vacaciones en ese particular infierno, o que siguen allí, aún pendientes de recibir una acusación formal-: en The Road to Guantánamo la fiereza del contenido no se lleva hasta el extremo en el continente visual, probablemente porque podría resultar insoportable para el espectador. Las imágenes no escatiman la violencia, pero nunca se recrean en ella, y la sobriedad narrativa en ningún momento cae en sensacionalismos que puedan dar cancha a las reaccionarias opiniones (que seguro que las habrá) que quieran tachar de efectista a la película.
Terror contra el terror
Nos hallamos ante una obra que es pariente cercana de la más redonda In this world, tanto en el apartado de la puesta en escena como en el sentido de las reflexiones que la sostienen. Como sucedía en In this world, el filme que nos ocupa participa a menudo de estrategias visuales que saben ponderar los momentos decisivos –el bombardeo nocturno, el traslado en condiciones infrahumanas al centro de internamiento afgano, el modus operandi de los interrogatorios en Guantánamo-, y, dotando al espectador de información objetiva, se atreve a bombardearle (implícitamente, claro) con una serie de interrogaciones de difícil respuesta. En In this world, sucedía lo mismo, la empatía hacia el joven y osado inmigrante que arriesgaba su vida repetidamente por conseguir (nada más que) una posibilidad de una vida mejor en un país occidental no maquillaba la evaluación de la cruda realidad de otros factores coyunturales, de desigualdades socio-económicas, que auspiciaban el flujo migratorio. En The Road to Guantanamo nos escoramos bajo el peso de otro sinfín de interrogantes que sólo en apariencia no guardan relación con los de la obra precedente: ¿Cómo se da efectividad a una política antiterrorista que carece de información concreta con la que operar? ¿Por qué no existen instrumentos de Derecho Público que puedan limitar (o censurar, o controlar) de algún modo la actuación de la nación de las barras y estrellas en sus maniobras pretendidamente antiterroristas? ¿Dónde quedan los Derechos Humanos? ¿Hasta qué punto la aspiración de la paz y la seguridad justifica la utilización de la fuerza y la violencia? ¿Hasta qué punto llega la instrumentalización de tales conceptos: “paz”, “seguridad”? ¿Cuál es el gasto, físico o psicológico para los reos, y económico para el pueblo norteamericano, de esta política antiterrorista? ¿Dónde radica, en definitiva, el sentido de retener y torturar a un grupo indiscriminado de personas durante años sin disponer de la más mínima prueba –o indicio- de cargo? ¿Sirve de algo, en estos términos, jugar a buscar la aguja en el pajar? ¿Se trata de satisfacer a cualquier precio a una ciudadanía encolerizada, o más bien de fomentar ese cólera?
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