la hoguera de las vanidades
Bonfire of the Vanities.
Director: Brian De Palma.
Guión: Michael Cristopher, basado en la novela de Tom Wolfe.
Intérpretes: Tom Hanks, Bruce Willis, Melanie Griffith, Kim Catrall, Saul Rubinek, Morgan Freeman.
Música: Dave Grusin.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
EEUU. 1989. 103 minutos.
Tom Wolfe
Recuerdo que en las fechas del estreno de esta Bonfire of the Vanities le llovieron a De Palma poco menos que piedras: cerca de la unanimidad crítica se puso de acuerdo en machacar vivo al director de Mission:Impossible por cometer el sacrilegio de adaptar de forma fallida una novela de Tom Wolfe que no tengo el gusto de conocer pero que en su día se llevó todos los laureles que De Palma echó en falta. La verdad es que probablemente Brian De Palma no fuera el director apropiado para llevar a la pantalla la historia adaptada de la novela de Wolfe: sus gustos manieristas y su particular visión del espacio cinematográfico como instrumento para la maquinación y el artificio (y que conste que dicho es sin ánimo peyorativo alguno) casa bien poco, a fortiori, con esa radiografía de los mecanismos del poder y su instrumentalización. Adivino que lo que tiene de insidioso Bonfire of the Vanities (novela) es su nihilista retrato de periodistas, tycoons, amantes, políticos, predicadores y demás dignatarios de la high-class neoyorquina. De Palma incidió en esos motivos de la cólera desatada que fotografía Wolfe, pero no está en su personalidad como cineasta la abstracción/condensación de un discurso de semejante ropaje.
De Palma
De Palma más bien es amante de los malabaristas planos-secuencia como el que abre la función, cuya perfecta manufactura no mereció ser tildada de inane como así fue por parte de la crítica sesuda. Es proclive a la composición visual exacerbada, y eso sí sirve a no pocas secuencias de la película que pretenden retratos de grupo sardónicos. Logra extraer intensidad a diversos segmentos del filme, pero no es menos cierto que se atrinchera en la funcionalidad más campante en el resto, dejando la sensación de hallarnos ante una mera obra de encargo. Aunque De Palma no logre enderezar los entuertos, probablemente la mayoría de los problemas del filme se hallan más en el libreto del guión que en su intervención tras la cámara –pienso en lo tópico de algunos diálogos, así como algunas secuencias fallidas, como el speech final del juez que incorpora Morgan Freeman-. Con todo, no es esta Bonfire of the Vanities (película) el bodrio que nos vendieron. No alcanza la pericia discursiva que sí sería dable esperar de otro tipo de autores –y/o argumentistas-, pero su bien mesurado ritmo acepta su visionado, y si éste es desacomplejado recogerá, a lo peor, un hálito malditista sobre esas muchísimas películas sobre la vida neoyorquina que nos dejó la década de los ochenta (por mucho que ésta fuera, a ese respecto, algo rezagada –no así el libro de Wolfe).
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