World Trade Center
World Trade Center.
Director: Oliver Stone.
Guión: Andrea Berloff, basado en las experiencias de John McLoughlin y William Jimeno.
Intérpretes: Nicolas Cage, Michael Peña, Maria Bello, Maggie Gyllenhaal, Michael Shannon, Dara Coleman.
Música: Craig Armstrong.
Fotografía: Seamus McGarvey.
EEUU. 2006. 116 minutos.
En las antípodas (desde cualquier punto de vista) de la otra película que recientemente nos ha llegado sobre el 11-S (la soberbia United 93), World Trade Center es una película eminentemente peligrosa por la zafiedad de su ideología. Quizá debieramos obviar ese poso ideológico y adentrarnos en el análisis estrictamente cinematográfico del filme, al respecto del cual hay que manifestar que Stone da muchas muestras de un hábil manejo de la cámara, y planifica con solvencia y talento tanto las escenas del prólogo (cuyo naturalismo admite resonancias de su Platoon) como las finales (magníficas valedoras del sentido heróico que nos vende). La piedra de toque principal –y la mayor atracción visual- se halla en la plasmación de las tortuosas escenas de la agonía bajo las runas de los policías que encarnan Nicolas Cage y Michael Peña, instantes prodigiosos en su despacho técnico -soberanamente iluminadas y editadas con la solvencia ya conocida de David Brenner-, arrebatadoras secuencias que al espectador se le antojan de guerra, enhebrando el hilo de la capacidad de fascinación de Stone en su plasmación dramática de los conflictos bélicos. Junto a las referidas secuencias, y en montaje paralelo, el filme ahonda en la reacción de las dos familias de los policías enterrados vivos, y es ahí donde el filme naufraga al dejar patente ya a bien poco de empezar que el tono del telefilme más mediocre y el cliché sentimental más burdo y plano va a alentar la narración. El guión es perversamente –por sus vicisitudes ideológicas- malo, y esa cualidad paupérrima logra obviarse en las secuencias en las ruinas –por su fuerza explosiva- pero no en las íntimas que protagonizan Maggie Gyllenhaal y Maria Bello. Parece mentira que un realizador que ha sido tan buen guionista como Oliver Stone acepte sucumbir a semejante medianía argumental y dialogada.
El establishment
Decía que quizá podríamos obviar ese poso ideológico, pero creo que en el presente caso no podemos hacerlo por dos motivos. Primero, por la decisiva trascendencia de aquel atentado en el devenir de la política norteamericana. Y segundo, por la condición de cineasta comprometido políticamente que Oliver Stone se colgó a sí mismo ya desde los tiempos de Salvador o Platoon, agudizado en sus sabias aportaciones a la Teoría de la Conspiración en JFK o sus (psico)analíticas reflexiones sobre la figura de Nixon en el filme homónimo, por no hablar de los más recientes documentales en los que entrevista a Fidel Castro (Comandante, Looking for Fidel) o trata el conflicto palestino (Persona non grata). Deduce quien esto suscribe que la única explicación a la operación –claramente inversa- operada en este filme obedece, principalmente, a un deseo de supervivencia en un establishment que estaba a bien poco de ningunearle por sus rebatos izquierdistas. Acallando esas voces (y alentando reacciones eufóricas de la derecha más reaccionaria de los States), World Trade Center no elude detenerse en las palabras inmediatas radiadas por TV del presidente Bush, no elude hablar de la existencia de la maldad –esa dicotomía que crece como el cáncer en contra del aliento democrático americano y en perjuicio directo de un número creciente de vidas humanas en Oriente Medio (por ejemplo)-; sí que elude mostrar los aviones o hablar en concreto de terrorismo, pasando un tupido velo por cualquier análisis sobrio (pero no elude en cambio otro tipo de discurso: mostrar a Jesucristo –sic-, salvando la vida al desamparado policía que encarna Peña en una alucinación de aquél). En esa coda, me parece especialmente grave el retrato del personaje del Marine que acude a Manhattan “a salvar vidas”. Dios y Patria desde su primera aparición en la rocosa presencia del actor Michael Shannon, el marine zumbado –según los propios bomberos- es quien halla con vida a John McLoughlin y Will Jimeno, los policías encerrados bajo las runas. Nos está diciendo claramente –mal que se pretenda defender cualquier otra cosa- que los Marines, caigan mejor o peor, son los que al final nos salvarán la vida, los que nos liberarán de las garras del Diablo. Decididamente, Oliver Stone perdió el teléfono de Ron Kovic.
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