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doble cuerpo

doble cuerpo

Body Double.

Director: Brian De Palma.

Guión: Brian De Palma y Robert J. Avrech, en base a una historia del primero.

Intérpretes: Craig Wasson, Melanie Griffith, Gegg Henry, Deborah Shelton, Dennis Franz.

Música: Pino Donaggio.

Fotografía: Stephen H. Burum.

       EEUU. 1985. 95 minutos.

 


 

 

 

    Continente y contenido

 

Un tagline como el de esta película, “No creas todo lo que veas” (“You can't believe everything you see”) le viene al pelo a la completa filmografía de De Palma, probablemente el mayor amante del artificio y los juegos voyeurísticos a todo nivel de la historia del cine. Body Double, que suele alinearse entre sus filmes de terror aunque más bien se trate de un inclasificable thriller, se sitúa exponencialmente como uno de los clímax temáticos de su filmografía “de género”, por cuanto se trata en todos los casos de filmes en los que el cineasta da rienda suelta a sus inquietudes formales con una radicalidad tal que se cuela en la propia premisa argumental, liberándose así un espacio que no distingue entre continente y contenido, en el cual ya no se trata de narrar la historia desde desde una óptica fabulada, hiperbólica o manierista, sino de supeditar la historia a la experimentación formal y al discurso sobre la sugestión de la imagen que siempre ha obsesionado al realizador de Carrie.

 

 

Fake

 

En este caso, esas estrategias temáticas y narrativas le sirven a De Palma para lanzar una mirada cínica sobre el mundillo del off-Hollywood y sobre el a menudo patético sino de los tantos aspirantes a actores que se ven obligados a trapichear para subsistir en Los Angeles. Ya en  su (asiduo en el cine de De Palma de aquellos tiempos) estrambótico inicio, Body Double nos presenta a un actor de serie Z que es incapaz de llevar adelante una secuencia porque padece claustrofobia. Cabe una lectura según la cual todo lo que sucede en aquel instante y en la mente del actor –una especie de paranoia, o de investigación freudiana sobre los estigmas o perturbaciones del actor que le producen aquella claustrofobia-, pero esa rizadura de rizo se queda muy corta.  La historia se abre a una enrevesada trama de asesinato en la que el protagonista se convierte en señuelo por culpa de sus propias pulsiones voyeurísticas (sic). Pero ese auténtico periplo de resonancias abruptamente hitchcockianas (una especie de mezcla entre Vertigo y La ventana indiscreta llevada al extremo) sirve a De Palma para articular sus habituales juegos entre observante y observado así como para desplegar y llevar a las últimas consecuencias sus peculiares (y aquí magníficamente consumados) principios de estilización visual, sirviéndose de un inagotable cúmulo de aparatosos recursos (planos-secuencia, planos subjetivos, grandes angulares, travellings de todo pelaje, ralentís, dilataciones...) que abundan en las posibilidades que el cine tiene como gran artificio, como fake, como expresión falsa de la realidad: como unas tetas de silicona –las que aparecen en los créditos finales, para más inri ensangrantadas-, o como el cuerpo de la joven Melanie Griffith, de una doble que da título al filme y coartada al asesino, y que, al fin y al cabo, provoca el morbo y la fascinación del espectador (que es el protagonista del filme, que es De Palma, y que es toda la audiencia).

 

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