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el truco final (El Prestigio)

el truco final (El Prestigio)

 

The Prestige.

Director: Christopher Nolan

Guión: Jonathan y Christopher Nolan, en base a una novela de Christopher Priest.

Intérpretes: Hugh Jackman, Christian Bale, Michael Caine, Rebecca Hall, Piper Perabo, Scarlett Johansson, Andy Serkis, David Bowie.

Música: David Julyan.

Fotografía: Wally Pfister.

EEUU. 2006. 137 minutos.

 


 

 

 

          Presentación

 

Quien avisa no es traidor. El primer plano de la película muestra unos sombreros de copa tirados en el suelo de un bosque; esa imagen contiene el quid de la película. Pero, piensa el espectador, ¿por qué está ahí? Pasamos a la secuencia de presentación de The Prestige: Michael Caine ilustra, ante la mirada embelesada de una niña –que somos nosotros, los espectadores-, los tres elementos que debe tener un truco de magia: la presentación, el truco, y su culminación, el prestigio. La presentación debe poner al espectador en situación, el truco debe desencajarle, pero no será hasta la culminación que se dará cuenta de que ha sido engañado, y se rendirá a los pies del embaucador. El prestigio, palabra de semejante raíz que prestidigitador, se define en el diccionario como “realce, estimación, renombre, buen crédito”, pero también como “fascinación que se atribuye a la magia o es causada por medio de un sortilegio”.

 

 

        Truco

 

Un buen guión suele tener mucho de aritmético, y para su perfección hace falta mucho talento pero aún más tiempo. Los hermanos Jonathan y Christopher Nolan han tardado seis largos años en pulir el guión del filme, la adaptación de la novela homónima de Christopher Priest, y a fe mía que el resultado está a la vista: The Prestige es una película espectacular en la forma, es un filme que quebranta sutil y continuamente las convenciones del relato, pero no de forma gratuita, sino para situarlo en otra dimensión, para lidiar con la complejidad de los mimbres del relato, para obligar al espectador a ir más allá, para advertirle, para fascinarle, para abrir las puertas de su género y trascender. Así The Prestige queda bien lejos de ser “una película de magos”, no funda su sentido en un twist final, y más bien recorre la senda de un drama, aunque el espectador, sometido a la estructura narrativa de un truco de magia, tarde lo suyo en apercibirse. The Prestige habla principalmente de una competición sucia y torticera, habla de ambición y de su precio. También habla de apariencias engañosas, pero no refiriéndose a la esencia de la magia, sino de los propios personajes en liza. No nos engañemos: al iniciarse el filme, el espectador se alinea con la calidez del personaje de Algiers (Jackman), contrapuesta a la rudeza de Bowden (Bale); y tendremos que ir desvelando velos circunstanciales para cerciorarnos de que la más cabal diferencia entre ambos reside en su estrato social, y que donde Algiers dispone de todos los medios materiales (y por ello tiende a comprar a las personas y a hacer trampas), Bowden, que no deja de ser un self-made man de origen humilde en la Inglaterra victoriana, tiene que poner todo el empeño y el trabajo, y tiene que vivir la profesión hasta sus últimas consecuencias ya desde el principio (en la vertiente sentimental, sacrificando su relación con Sara; curiosamente, la hija que tuvo con ella será quien contendrá la clave de la humanización/redención del personaje en el último jalón de la película).

 

 

  Personalidad

 

La sabiduría demostrada en la escritura va pareja con la astucia en el despacho de las imágenes: la deconstrucción narrativa y las genuinas elipsis que el libreto propone recuerdan en cierto modo a las piruetas de la brillante Memento, en la dirección de actores Nolan se acerca al retrato que efectuara de Pacino y Williams en Insomnia (guardando cierta distancia emocional con ellos, para difuminar los gráficos confines entre el heroísmo y la vileza, y así incidir, con una frialdad sólo aparente, en los rasgos psicológicos de su antagonismo), y la puesta en escena contiene ecos de la fuerza expositiva, la fisicidad y la elegancia que tenían las imágenes de Batman Begins. Queda patente en definitiva la personalidad de un realizador que parece moverse con indómita soltura en el alambre de la industria, y que sorprendentemente sabe trascender una y otra vez de los corsés genéricos para encauzar cada historia de una forma personal, ambiciosa y a la vez respetuosa con la inteligencia del espectador.

 

 

   Tras el prestigio

 

En la secuencia final de la película, se repite la estructura elemental del truco de magia, la presentación, el truco y el prestigio, y la mirada embelesada de la niña ya no es la nuestra, porque ya sabemos lo que se esconde detrás del truco, porque otras imágenes encajan la brillante ecuación –sobretodo aquellos sombreros, cuya circunstancia, y sobretodo sentido, ahora ya conocemos, y se parangona con el fuego y con los cadáveres-, y porque, como escuchamos al principio del metraje, “sólo creemos porque queremos que nos engañen”, y los hermanos Nolan nos han dejado a las claras que existe una fina línea entre el entertainment y lo que se esconde detrás (en la magia... ¿cómo en el cine?), en qué no hay que creer, y por qué cosas merece la pena dejarse engañar y por cuáles no.

 

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