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oliver twist

oliver twist

 

Oliver Twist.

Director: Roman Polanski.

Guión: Ronald Harwood, basado en la obra de Charles Dickens.

Intérpretes: Barney Clark, Jeremy Swift, Ian McNeice, Ben Kingsley, Lewis Chaise.

Música: Rachel Portman.

Fotografía: Pawel Ederman.

GB. 2005. 109 minutos.

 

 


 

Versión academicista

 

 

Tras rubricar la excelente The Pianist, y quizá por aquello de la compensación, Roman Polanski se embarcó en la realización de esta enésima revisión del superclásico de Charles Dickens, al parecer con intención de realizar una película que sus hijos pudieran ver y que él pudiera ver con ellos “sin tener que salir corriendo del cine a los quince minutos, harto de las explosiones” (Polanski dixit). Y en efecto es esta Oliver Twist una adaptación cartesiana, y por tanto bastante fidedigna de aquel texto, una mirada limpiamente academicista que, contrariamente a lo que muchos críticos opinaron en el momento de su estreno, nada tiene que ver con una versión descafeinada de la obra que se adapta.

 

 

    Lugar, personajes, historia

 

La caligrafía de Polanski se detiene pero nunca se recrea en una exposición pormenorizada de episodios –bien sintetizada por el guionista- de la novela homónima. El interés en la narración lineal y la descripción fidedigna de los personajes se plasma mediante una buena recreación de época y ambientes (de lo que no debe desligarse un maticuloso casting), y unos diálogos que encarnan continuamente la esencia de la historia: la continua dualidad que el sufrido protagonista se ve abocado a vivir en sus carnes en un crescendo dramático admirablemente relatado.

 

 

   Palabra de Polanski

 

    A pesar de esa presunta destinación a menores, Polanski se deja llevar por sus estilemas visuales en secuencias aisladas que dan la medida del creador que se halla tras la cámara: pienso en la maravillosa planificación y atmósfera de la secuencia en la que obligan a Oliver a participar en el robo del caballero que le había adoptado; o la genial secuencia del asesinato de la chica, resuelta con cuatro pinceladas, cuatro rápidos pero reveladores detalles visuales, terminando con la caída por las escaleras de la cesta de la compra de su amiga –al descubrir la sangre que se escapa por debajo de la puerta- y cortando a un corto plano medio de un cuervo graznando en la inmensidad gris de un paisaje desolado.

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