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hacia rutas salvajes

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Into the Wild

Director: Sean Penn.

Guión: Sean Penn, basado en la obra de Jon Krakauer

Intérpretes: Emile Hirsch, Marcia Gay Harden, William Hurt, Catherine Keener, Jena Malone, Kristen Stewart, VInce Vaughn.

Música: Michael Brook, Kaki King y Eddie Vedder.

Fotografía: Eric Gautier

EEUU. 2007. 124 minutos.

 


 

 

Vivir

 

Siempre resulta estimulante acercarse al cine de Sean Penn. Ninguna de las cuatro películas que hasta la fecha ha realizado le dejan a uno indiferente. Por la personalidad que les imprime, por los meollos psicológicos que las habitan. La presente Into the Wild, sin embargo, supone un paso más allá en la senda del cineasta. Sin dejar de ser coherente con sus obras anteriores, detectamos un salto de ambición, y por ello también de riesgo. Si algo tienen en común las obras precedentes de Penn -The Pledge, The Crossing Guard y The Indian Runner- es un discurso que holla en la fragilidad del alma humana, la mirada al filo del abismo que espera al ser humano en cualquier esquina inesperada de este peregrinaje que llamamos existencia. En Into the Wild, la narración nos lleva por caminos bien opuestos: adapta el libro de Jon Krakauer que testimonia el periplo vivido por Christopher McCandless, un joven norteamericano que, tras graduarse en la universidad, decidió abandonar a su familia y todas sus pertenencias para ir a Alaska a vivir en comunión con la naturaleza. De este modo, la mirada que Penn despliega en Into the Wild rehuye los abismos que asfixian el espíritu, antes bien nos pone en la piel de un hombre joven que ya había encontrado una fórmula para rehuir aquellos abismos, y que la puso en práctica: sin que en ningún momento se concreten demasiado las razones por las que Christopher hizo lo que hizo (en los pasajes en que su hermana se convierte en narradora en off, se anotan acaso las malas relaciones de sus padres como causa concreta), en todo momento queda claro que el chico está convencido de su deseo, que pone todos los medios para llevarlo a cabo, y que nunca, nunca desfallece. Sólo su ideal, la vida salvaje, es capaz de vencerle. Como así sucede.

 

La naturaleza como destino

 

Leyendo la sinopsis de la película, uno puede esperar dos opciones narrativo-discursivas: una, la convencional, que haga hincapié en los conflictos familiares, en el aparato, digamos, melodramático, para exponer el sentido de la huida; otra, que busque ese sentido en fórmulas ideológicas, en términos de crítica social a un modelo de convivencia personal y social lleno de fisuras. Penn abre una vía muy personal, que no elude ninguna de las dos posibilidades citadas (sea en los pasajes en los que se muestra el patetismo de los padres que tan bien encarnan Marcia Gay Harden y William Hurt; sea en las secuencias terribles que transcurren en las turbiedades de la noche angelina, o en detalles nada fortuitos, como la aparición del speech de George Bush que justificó la Guerra del Golfo de 1991), pero las proyecta en otra dirección, un interés superior, que no es otro que la constancia del heroísmo, materializado en las tantas imágenes que se alinean con el hombre en liza contra los elementos, configurando el retrato de una integridad extrema. En su interesante crítica publicada en la revista Dirigido por (enero de 2008) Israel Paredes Badía decía que una de las mejores bazas del filme radica en los muchos interrogantes que plantea y las pocas respuestas que ofrece. Predicado bien cierto en el apartado de la relación entre la película y el espectador, pero, quizá paradójicamente, las imágenes del filme parece que en ningún momento cuestionen las opciones radicales escogidas por Christopher, la narración no toma partido por sus dudas, bien al contrario su trazo de visos documentalistas va afianzando el sentido de las decisiones que el joven toma, va erigiéndole en una suerte de héroe impropio, por cuanto realiza no pocos sacrificios para seguir adelante con su empeño, sean físicos (la lucha por la supervivencia en condiciones extremas) o emocionales (pues a Christopher se le abre la posibilidad de vivir otras vidas con otros seres queridos, sean la pareja de hippies que encarnan Brian Dierker y Catherine Keener, sea el amor de la joven Tracy –Kristen Stewart-, sea el padre putativo que le ofrece su amor incondicional –inmenso Hal Holbrook-).

 

Lirismo

 

La cámara de Penn da rienda suelta a su afán por la investigación telúrica que ya había emergido de forma esporádica en su anterior filmografía (especialmente en The Pledge), pero que aquí encuentra su completa razón de ser al impulsar los resortes esenciales de la historia, la motivación del personaje principal. El esmero escénico del realizador se hace sentir en no pocas secuencias paisajísticas que transmiten el sentido del riesgo, de la aventura, pero también del desconcierto o de la soledad. La labor interpretativa de Emile Hirsch es otro de los puntos fuertes de la película, su entrega sobretodo física al cometido interpretativo es de todo punto admirable, y no lo es menos la capacidad de sugerencia con que la cámara le captura, da igual si es en primeros planos compartidos con sus compañeros de camino o en cualquier arista del paisaje en los encuadres panorámicos. Y otro capítulo que merece mayor atención es la banda sonora compuesta por Michael Brook, Kaki King y Eddie Veder, canciones interpretadas por el líder de Pearl Jam que se integran a la perfección en el tono de la historia, pero también en el sentido concreto de cada pasaje que puntúan, enfatizando puntos de vista líricos o incluso estableciendo un íntimo diálogo con las imágenes.

 

Es Into the Wild una película compleja y de gran belleza. Guardando las distancias, se me ocurre parangonarla con A straight story (David Lynch, 1999), otra road-movie como ésta, atípica, genuina y por momentos sublime.

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