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lars y una chica de verdad

lars y una chica de verdad

 

Lars and the Real Girl.

Director: Craig Gillespie.

Guión: Nancy Oliver.

Intérpretes: Ryan Gosling, Patricia Clarkson, Kelli Garner, Paul Schneider, Emily Mortimer, Nancy Beatty.

Música: David Torn.

Fotografía: Adam Kimmel.

EEUU. 2007. 105 minutos.

 


 

 

El Quijote del midwest americano

 

La huella del Quijote (y de Dulcinea, por supuesto) flota por entre las imágenes de este debut tras la cámara de Craig Gillespie, presente desde que la doctora que interpreta Patricia Clarkson define el trastorno mental-emocional que atañe al protagonista de la cinta, patente en el pasaje del filme en el que Lars lee a su novia un pasaje de la inmortal novela de Cervantes. Referente, pues, innegable, que en cualquier caso sirve para (nada más que) establecer la premisa argumental (Lars, un chico tímido y de tendencias cenobitas, adopta como novia formal a una muñeca de silicona: la trata como a un ser humano y espera lo mismo de los demás), premisa tan atractiva que admite multitud de disciplinas, recovecos y discursos en su narrativa. Gillespie las arbitra desde una escenografía que se alinea con las cada vez más acusadas enseñas del cine indie americano de los últimos años (cito a título de ejemplo Junebug, The Squid and the whale, Little Miss Sunshine y Juno), consistente en transgredir la tensión entre lo dramático y lo risible, ampliando (o reduciendo, según se mire) la mirada a una cierta disposición a la atonalidad, a veces confundible con parquedad o minimalismo expositivo, estrategia que en las mejores ocasiones sirve para habilitar muchos espacios a la reflexión, y en otras en cambio anula la fuerza de las imágenes, que perecen víctima de su deliberada indefinición.

 

De la vida de los muñecos

 

Así los términos establecidos, e insistiendo en la desnaturalización del propio concepto “indie” desde el momento en que los responsables de esas películas van abandonando el territorio creativo underground y se ciñen a parejas normas narrativas (sin duda para tratar a atraer a un mismo público), no creo que el realizador del filme merezca muchas más alabanzas que las que puedan dispensarse a un solvente calígrafo (cuyos fuertes iré citando más adelante), y la materia de mayor interés para el análisis es la que se concreta en el libreto argumental, obra de Nancy Oliver, guionista ésta que no es neófita ni mucho menos, sino que proviene del medio televisivo, donde es responsable de diversos libretos para una serie tan canónica como es Six Feed Under, de Alan Ball. Al igual que en aquella serie los muertos dan sentido a la vida de los miembros de la familia Fisher (y perdón por el silogismo reduccionista: que conste que soy un gran admirador de la serie) en Lars and the Real Girl es nada menos que una muñeca de silicona, como categoría de ser inerte, la que consigue reajustar las emociones del protagonista (y su comprensión y aceptación por parte de su familia, y por extensión, de la completa comunidad que “la acoge”), en un proceso catárquico del que, por ende, no se excluye la necesaria rendición de cuentas con los fantasmas del pasado, sea por las heridas abiertas entre los dos hermanos Lindstrom, Lars y Gus, sea por los complejos y procesos psicopatológicos de Lars, que la doctora Dagmar trata de exorcizar; en el primero de los casos, no se produce una auténtica catarsis –Gus es incapaz de enhebrar un discurso coherente, y los esfuerzos de su mujer son insuficientes: al final, bastará con que los dos hermanos se acepten tal como son-, en el caso de las sesiones con la doctora sí que se producen avances explosivos –desatando el poderoso aparato dramático que define al personaje protagonista-. Y como colofón a estas lineas paralelas de curación(/aceptación del otro/redención) se sitúa el personaje de la “chica de verdad”, Margo (Kelli Garner), y, como escenario, las secuencias que transcurren en la bizarra oficina donde ésta trabaja con Lars (oficina en la que nunca se trabaja, y en cambio se dirimen no pocas cuitas sentimentales de un modo sutil, muy interesante desde un punto de vista visual; asimismo, aflora la importancia simbólica de lo caricaturesco: los muñecos robados o hasta ahogados, gran hallazgo argumental).

 

   Personajes, intérpretes

No comulgo mucho con la interpretación que ciertos críticos han efectuado de la narración desde el punto de vista de fábula capriana (que sí se apunta, pero no se le concede un papel preponderante en la narración);  pienso más bien que el meollo de Lars and the Real Girl se dirime en la carga expresiva que mana de ese personaje inerte hacia Lars, hacia Margo, hacia Gus y su esposa, e incluso hacia la doctora Dagmar (y que articula el proceso de rehabilitación emocional del que hemos hablado, resuelto con toda sencillez y efectividad –y ningún aspaviento- en la última secuencia de la película). Quizá por esa razón destaco la inteligencia del realizador del filme para dejar el peso de todas las secuencias climáticas en manos de la labor, que tiene mucho de intuitiva, de sus intérpretes. Cada uno de ellos aborda su personaje con valentía, derrochando la energía justa que precisa la historia: por un lado está la balanza entre el laconismo de Paul Schneider (Gus) y la expresividad de Emily Mortimer (su esposa Karin) en el seno de la familia Lindstrom; por otro lado, la carga subjetiva y los matices que Patricia Clarkson y Kelli Garner saben otorgarles a dos personajes, respectivamente el de Dagmar y de Margo, que sobre el papel corrían el peligro de convertirse en estereotipos; y, claro, nos queda Ryan Gosling, actor diría que de referencia de toda una generación, cuya mirada es capaz de asumir un abanico interminable de emociones, en tránsito del patetismo a la hombría, rubricando una composición tan inolvidable com la que nos regalara el año pasado con Half Nelson.

 

2 comentarios

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Comparison, more than reality, makes men happy or wretched.

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