la noche es nuestra
we own the night
Director: James Gray.
Guión: James Gray.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Mark Whalberg, Robert Duvall, Eva Mendes, Alex Veadov, Dominic Colon, Danny Hoch.
Música: Wojciech Kilar.
Fotografía: Joaquin Baca-Asay
EEUU. 2007. 107 minutos.
Cine de catarsis
James Gray ha dirigido hasta la fecha tres películas, en un lapso de tiempo de nada menos que catorce años, y las tres –con esta We own the night, Little Odessa y The Yards- se imbrican en el género policiaco, y aún más, perfilan desde ópticas diversas asuntos relacionados con la mafia rusa que opera en la zona de Brighton Beach, en el Brooklyn neoyorquino. Se puede decir que con los mencionados títulos (escritos por el propio realizador), Gray ha llevado a cabo cierto ejercicio sentimental con intenciones de denuncia, pues, al parecer, el director se crió en aquella zona y conoció de cerca el entorno y las corrupciones que relata. Denuncia que, quizá por mor de esa misma motivación personal, transita hacia la moralidad y suele germinar en conceptos catárticos (baste con atender las marcadas oposiciones entre el bien y el mal, siempre en el seno familiar, y el modo en que se resuelven). De hecho, para el análisis de We own the night resulta imprescindible el previo conocimiento de los filmes previos de Gray, principalmente The Yards (que es probablemente la más redonda de las tres películas). Porque obedecen a idénticos patrones tonales y dramáticos, con base a los cuales se establecen no pocos vasos comunicantes argumentales entre ambas obras, concomitancias agravadas por el hecho de que sean Mark Whalberg y Joaquin Phoenix quienes asuman en ambos casos papeles protagonistas, de predicado casi inverso en un filme respecto del otro, y en cuyas carnes debe asumirse la materia oscura del sufrimiento para alcanzar una suerte diría pírrica de redención: no es baladí –más bien una obvia declaración de intenciones- que al final de ambas cintas, uno y otro, en cada caso el personaje redimido, realicen un speech en público.
Moralidad
Gray es un realizador puntilloso, y nos sirve una película que parece recorrer la senda inversa a la del thriller al uso en el cine norteamericano actual: la trama que nos propone no tiene nada de enrevesado, y los esfuerzos de manufactura visual –que los hay, muchos de ellos que proponen soluciones de lo más eficaces tanto en el apartado dramático como en la resolución de secuencias de acción- concentran todo su esfuerzo en la introspección en los personajes. Y en esa coda, decir que el trayecto de redención al que antes me refería es mucho más marcado y abrupto en We own the night que en la anterior obra de Gray (abundando así en el topoi romántico que contiene el preciso título del filme). Atiéndase a la primera secuencia del filme, esa celebración del éxito y la concupiscencia que protagonizan Bobby (Phoenix) y su novia Amada, Eva Mendes: qué lejos queda del final, y cuán contundentes son los contrapesos en la balanza de la moralidad: diría que en los estudiados encuadres de We own the night pocos son los planos que no lleven al extremo el intento de dirimir en imágenes ese conflicto de moralidad que se le plantea a Bobby al darse cuenta de que está atrapado entre dos mundos antagónicos y que no tiene otra opción que tomar partida por ellos. En tres de las mejores secuencias de la película, tanto él como su hermano como su padre –ésta última, sencillamente magistral- sufrirán un violento atentado contra su vida, culminación argumental y visual de lo espinoso que resulta ese proceso de redención. Es más, Bobby perderá a su Amada (en una secuencia cuya planificación y contenido se erige como un magnífico homenaje a una secuencia de The Godfather Part II, aquélla en la que Michael discutía con Kay por causa del aborto que ella provocó de su tercer hijo; los trayectos emocionales son inversos, pues en aquella explosión dialogística Michael daba otro paso hacia el abismo de su alma, y Bobby lo da hacia su salvación; pero el coste emocional es el mismo: ambos pierden a su esposa/novia).
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