THX 1138
THX 1138
Director: George Lucas.
Guión: George Lucas y Walter Murch, basado en una historia del primero.
Intérpretes: Robert Duvall, Donald Plaesence, Don Pedro Colley, Maggie McOmie, Ian Wolfe, Marshall Efron, Sid Haig.
Música: Lalo Schifrin.
Fotografía: Albert Khyn, David Myers.
EEUU. 1971. 106 minutos.
No comercial
La opera prima de George Lucas fue a la vez la primera producción de la American Zoetrope, intento de Coppola y otros estudiantes de cine de la UCLA y de la USC de llevar al cine comercial americano postulados de auteur, de liberarse de los ambages industriales de un Hollywood en horas bajas. Si el invento no funcionó en esa primera instancia, y Coppola terminó quedándose solo en su Zoetrope, es quizás porque con esta primera película, producida por el mismo Coppola, escrita y dirigida –a partir de un corto que había realizado el propio realizador como estudiante: THX 1138 4EB- por George Lucas, y montada por Walter Murch, la propuesta era de aquéllas que revelan un absoluto desprecio por todo cuanto no sea la creación estricta, con lo que ello tiene de quiebro con los más elementales códigos comerciales de la industria.
Experimentación
Me parece de lo más trascendente que alguien como Lucas –al que quien más quien menos le cuelga tan alegremente la estela de megaproductor que vive de rentas- diera muestras de una marcada personalidad y una avidez por la experimentación con esta epopeya de estricta y neblinosa ciencia-ficción, articulada a través de un complejo discurso filosófico absolutamente carente de convenciones tanto como de concesiones. Y amén de ese talante, THX 1138 revela que, antes de visitar una galaxia muy lejana, Lucas ya tenía demostrada en ésta su genialidad, su inmenso talento cinematográfico.
Modernidad
No solo por su densidad argumental es THX 1138 una película de difícil visionado: también lo es por la sempiterna cerrazón que desprenden sus gélidos espacios, la claustrofobia patente en la expresión de sus intérpretes, la asfixiante partitura de Lalo Schifrin combinado con los ecos electrónicos constantes que Murch monta con tanto acierto. Por idénticas razones, THX es un filme de concepción rupturista, de una absoluta modernidad tanto temática –el discurso narrativo, lejanamente afiliado a los postulados de Philip K. Dick, y mucho más arriesgado que el de Kubrick en 2001: la desesperada lucha de un individuo para librarse de una sociedad que le niega, que patrocina un consumismo desenfrenado como religión, y donde la tecnología y los tecnócratas están puestos a disposición de una utilización despiadada del estado policial en su más tétrica concepción-, como visual –la puesta en escena de Lucas parece una apuesta constante por la inmersión a cualquier precio en el universo que se describe: los primeros planos de desesperación se conjugan con panorámicas del vacío, espacios en blanco en los que los individuos se muestran en una minúscula área, como si de borrones en el aséptico paisaje se tratara; hay una prolija y detallada descripción de los artilugios tecnológicos omnipresentes, y los decorados que dejan una perenne sensación laberíntica... -. Tan deprimente es el paisaje de THX que ni siquiera su aparente final feliz consigue dar nueva vida al desaliento que nos corroe durante todo el metraje. Algo parecido –en otra codificación genérica- a lo que sucedía al final de la opera prima de Spielberg: Duel, rodada tres años después.
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