videodrome
Videodrome
Director: David Cronenberg.
Guión: David Cronenberg.
Intérpretes: James Woods, Sonja Smits, Julie Khaner, Deborah Harry, Peter Dvorsky, Leslie Carson.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Mark Irwin.
Canadá- EEUU. 1983.97 minutos.
Hoy en día ya se habla de esta Videodrome como uno de los puntales de la filmografía de David Cronenberg, acaso su pieza más referencial con el permiso de Dead Ringers y la más reciente A history of violence. Lo cierto es que la historia del videodromo es, ante todo, la cristalización de las ideas germinales de Cronenberg sobre la Nueva Carne, después manipuladas hasta la saciedad por aquello que se ha dado en llamar cyberpunk, e incluso revisitadas por el propio autor en otra de sus películas más estimulantes, eXistenZ.
Fusiones y resortes
El filme alardea de poseer bajo la epidermis de la narración –que Cronenberg maneja en imágenes de un modo aparentemente funcional- un bagaje filosófico que quita el hipo: narra la progresiva fusión entre el video y el ser humano, fusión física, y a través de un resorte tan morboso como el sexo y la violencia. Habla prima facie de la trascendencia del soporte video en el devenir social, y con ello despliega un interminable abanico de reflexiones sobre comportamientos humanos, percepción de la realidad, fascismo subrepticio en la moralidad bienpensante, atracción por el horror... Todo ello vestido de paranoia y la iconografía repulsiva ya tan paradigmática del autor de Vinieron de dentro de... -efectos especiales confeccionados para la ocasión por Rick Baker-.
CI-Fi y Horror
Cronenberg juega a sí mismo siempre, y Videodrome es una clara muestra: hay un tránsito continuo, imposible, entre la ciencia-ficción y el horror –utilizando esos términos no tanto en su definición genérica como en el meollo de su sustancia alegórica-: tránsito continuo entre la paráfrasis tecnológica y el viaje a los más profundos instintos humanos. Es, claro está, cine de autor en toda regla. El desparpajo narrativo y el funesto y quebrado desenlace nos dan buena medida de la sabiduría, el atrevimiento y la mala leche con la que el realizador de Cromosoma 3 se atreve a despachar sus historias.
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