Jackie Brown
Jackie Brown.
Director: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino, basado en la novela de Elmore Leonard.
Intérpretes: Pam Grier, Samuel L. Jackson, Robert Forster, Robert De Niro, Michael Keaton, Michael Bowen, Chris Tucker.
Fotografía:Guillermo Navarro.
EEUU. 1997. 135 mins. aprox.
Sobriedad
El mayor esfuerzo que Quentin Tarantino efectuó en su carrera (o en lo que lleva de ella) le labró el mayor abucheo de sus huestes de seguidores. Y sé por qué. Tarantino rompió la flamante baraja que diera juego en sus célebres precedentes (Reservoir dogs y Pulp fiction) para narrar la historia de un robo según marcan unos cánones digamos clásicos. El realizador tomó como material de partida una típica historia de simiente noir de Elmore Leonard y, quizá espoleado por el afán de rendir tributo a otro de sus tan traídos y llevados referentes –en este caso, la heroína del cine blaxplotation Pam Grier-, se sacó de la manga una historia en la que no traicionó sus marcas de estilo personales –ora la planificación y montaje, ora la utilización de la música, ora ciertos diálogos y situaciones delirantes- pero los supeditó a una narración marcada por la sobriedad y la mesura, a unos personajes construidos, más allá de al servicio de una retahíla anecdotaria bien agitada, a la medida de una coherente evolución dramática.
Un robo perfecto
Estoy de acuerdo con que Jackie Brown no es tan amena, vibrante o dicharachera como Pulp Fiction, ni conserva ese octanaje pesado en el disparo de imágenes que caracterizaba a los Dogs. Pero pongo en consideración del espectador que, por contra, los conflictos de los personajes están perfectamente dispuestos en el tablero de la trama, y que estos conflictos respiran una autenticidad hasta entonces inédita en su filmografía. Que la trama del robo-estafa a polis y cacos que organizan Jackie y Max Cherry, el agente de fianzas que tan bien encarna Robert Foster, está milimétricamente calculada, la información bien dosificada para generar tensión, y, por lo demás, su culminación nos reserva uno de los momentos más memorables de la completa filmografía del director (me refiero a la rutilante narración mediante puntos de vista contrapuestos en los diversos momentos de la ejecución del robo en el mall).
Una historia de amor
Y todo ello está bien cohesionado con otro elemento que da carta de naturaleza a la película: la historia de amor velada entre los personajes de Pam Grier y Robert Foster, la única y genuina historia de amor que Tarantino ha filmado. Constante el visionado de Jackie Brown, el espectador percibe cómo Jackie mantiene un constante y peligroso juego de confidencias y engaños con todo quisque: con la policía, con Ordell y con Max. En su personaje están las claves de los éxitos y fracasos de todos, incluída ella misma. Pero en contraposición a los intereses de los agentes del DEA y del traficante de armas –que, por paradójico que pueda parecer, podríamos asimilar en términos motivacionales-, el interés que mueve a Max es exclusivamente sentimental. Y Jackie será consciente de ello desde un inicio, y por eso confiará en él (a pesar de que el guión de Tarantino en algún momento juegue a sacarle punta a la duda sobre la confianza entre ambos). Cuando todo termine, Max se dará cuenta de que ayudar a Jackie, infringiendo la ley con la que tan burocráticamente ha tratado durante su vida profesional, le dará un motivo para seguir adelante; como en un diorama, algo inverso le sucederá a Jackie: la miel del éxito de su empresa sólo se verá empañada por la negativa de Max de marcharse con ella a España, y el final feliz dejará de serlo en ese último plano en el que, bajo la lírica de esa canción soul tan setentera que ya habíamos escuchado al inicio, veremos el primer plano de Jackie conduciendo para dejar atrás el pasado peor –igual que la Novia lo hará en Kill Bill, Vol.2, pero a diferencia de ella, sola.
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