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snake eyes

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Snake Eyes.

Director: Brian De Palma.

Guión: David Keopp y Brian De Palma.

Intérpretes: Nicolas Cage, Carla Gugino, Gary Sinise, John Heard, Stan Shaw, Luis Guzman, Michael Rispoli.

Música: Ryuchi Sakamoto.

Fotografía: Stephen H. Goldblatt.

EEUU. 1998. 98 minutos.

 


 

 

 

 

     El voyeur

 

          Snake Eyes es uno de los ejemplares más perfeccionados de las opciones creativas de De Palma, probablemente el más depurado si exceptuamos Femme Fatale. Porque la película que nos ocupa nos plantea un juego -que poco tiene que ver con los que propone el casino-: se trata de sacarle punta al concepto de “punto de vista cinematográfico”, se trata de esparcir todas las opciones de observante y observado, se trata de referenciar el voyeurismo como declaración de principios.

 

         

          Fondo

 

          Así puede verse esta divertida e ingeniosa película bajo dos puntos de vista (si me permiten el retruécano), desde dos perspectivas que no se desmerecen en absoluto una a la otra sino que –a diferencia de otras obras más fallidas del realizador- conjugan a la perfección el fondo y la forma: por un lado tenemos la narración estricta de lo que acontece en el casino de Atlantic City en aquella tormentosa noche del combate; tenemos el asesinato y el progresivo –y doloroso- levantamiento del velo de la verdad por parte de Rickie Santoro, un policía fanfarrón que descubre su hado a la vez que su honestidad. En este plano argumental se nota la férrea composición de David Koepp como soporte a la historia urdida por el propio De Palma, se nota una magnífica estructura y cohesión y un especial esmero en los detalles que retratan tanto a los personajes como al ambiente en el que éstos se mueven (apartado en el que debemos ubicar esa lúcida parábola sobre el desengaño en que el filme se convierte en sus últimos compases –Rickie pasa de ser recibido como un héroe por su ciudad natal a ser despechado por los propios responsables de los mass media que él auspició alguna vez; su honestidad le lleva, por propia idiosincrasia de esa integridad en un mundo sin escrúpulos, de la gloria al ninguneo-).

         

          Forma

 

          Por otro lado, allende la atractiva propuesta argumental, De Palma decide moverse entre los resortes del thriller con su conocida retórica visual consistente principalmente en largos y brillantes planos-secuencia (el que da inicio a la película es antológico: dura 12 minutos y 50 segundos, y además de obligar a una superlativa planificación y estar ejecutado de forma contundente, contiene la esencia y clave de toda la película, su coda –lo cual le da un sentido mucho más allá del atractivo aderezo visual-), pero también en la continua especulación con los puntos de vista: esos picados que se inmiscuyen en la soledad de un lavabo de señoras o en la intimidad de unas habitaciones de hotel –observante-; los planos subjetivos del boxeador o de Carla Gugino –observante-; esa referencia (y utilización narrativa) de los múltiples puntos de vista que permiten las infinitas cámaras que vigilan los pasos de todo quisque en un casino (una de esas cámaras se halla inserta en un enorme globo-cámara con forma de ojo omnisciente en las alturas de la sala del combate)–observante y observado-; el uso del slow motion (felizmente, no abuso en esta ocasión), que permite agravar la naturaleza voyeurística de todo el entramado formal; o esa argucia genial consistente en filmar la misma secuencia, en idéntido tiempo desde dos focos escénicos distintos, solapando y obligando a converger dos tramas inicialmente extrañas –convirtiendo observante en observado y viceversa-…

 

 

          Genuino manierismo

 

Es Snake Eyes sin duda una auténtica bomba de relojería y arroja al espectador toda la carne de ese talento de De Palma, la sintonía de la genialidad con lo artificioso o manierista. Su título, sacado de una figura del juego de los dados, parece encontrar su sentido en el doble uno que convierte al jugador en perdedor, pero viendo el filme y conociendo el talante de De Palma tiene mucho más de broma privada, la del ojo vigilante, sibilino, silencioso. Genuíno como su realizador.

 

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