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Superman regresa

Superman regresa

 

Superman Returns.

Director: Bryan Singer.

Guión: Michael Dougherty y Dan Harris, basado en una historia de Bryan Singer, Michael Dougherty y Dan Harris.

Intérpretes: Brandon Routh, Kate Bosworth, Kevin Spacey, Frank Langella, Parker Posey, Eva Marie Saint, James Marsden.

Música: John Ottman (musica original de Superman de John Williams).

EEUU. 2006.149 minutos.

 


 

La sombra de Donner y Reeve

 

Se me ocurren tres razones que quizá expliquen la acogida quizá algo tibia de este uno de los remakes más esperados del cine comercial. Por partes. Primera: Superman Returns supuso el reencuentro a lo grande con el primer mito main stream que el cómic legó al cine; la sombra del filme de Donner –de 1978- es alargada en el imaginario colectivo, por no hablar del carisma de Reeve, que ha alcanzado una condición cuasi-mitológica tras su reciente y desafortunado fallecimiento. Así, descoloca al espectador es la muy diversa naturaleza de este Superman con respecto de su ilustre predecesor: del gusto sin complejos de la originaria por el gran espectáculo palomitero –en la época de reconversión/resurrección de ese mesiánico concepto del entertainment: Star Wars (1975), de George Lucas, Jaws (1975) y Close Encounters on the third kird (1977), de Steven Spielberg- pasamos a lo que de prolífico (y arriesgado) tiene la narración dramática que ocupa al filme de Singer; de la sintética línea argumental del filme de Donner -sanamente ubicada poco más allá del mero pretexto para ver volar a Superman-, pasamos en Superman Returns a una cierta complejidad asumida en orden al retrato de los personajes. Singer es consciente de que los tiempos han cambiado, y sin minimizar el esmero en el diseño de producción y el apartado técnico del filme, prioriza la elaboración de una narrativa que, sin rehuir las convenciones del cine comercial, abunda en la radiografía humana de los personajes. De hecho, lo único que hace Singer es situarse un poco más allá de lo que ya había propuesto en las dos primeras entregas de la franquicia X-Men, filmes caracterizados por un neto equilibrio entre la acción desatada y la narración de los conflictos emocionales entre el sinfín de personajes con peso propio en la trama. En Superman Returns todo se magnifica, y –desde el conocimiento y respeto por el universo creado por Simon & Shuster- también lo hace esa vertiente dramática.

 

 

     En la era infográfica

 

Segunda: probablemente el mayor lastre que supone el filme a las legiones de espectadores palomiteros que se acercan a los cines: acostumbrados como están a la dictadura del cine de género de estos últimos años, cuya sintaxis se basa en el flagrante ninguneo de la propuesta argumental en pos de la adrenalina infográfica (curiosamente, uno de sus últimos ejemplos es el X-Men 3 de Brett Ratner), les cuesta aceptar que un filme emblemático como éste se tome tan en serio a sí mismo, se tome tanto tiempo y esfuerzos en la descripción de las pulsiones de los personajes. En la época de la estilización visual de raigambre entre el videojuego y el videoclip, el ojo se vuelve cada vez más inconstante, cada vez más incapaz de prestar atención a un relato que no se base en el ritmo frenético y el esquematismo argumental y dialogado. Mal que pese a algunos, ése es su problema - y el de los nocivos hábitos promovidos por la propia industria-, no el de Superman Returns, cuyo desafío a esas normas de estilo se erigen, desde mi humilde punto de vista, en una valiente declaración de principios (tanto más si consideramos que nos hallamos ante una obra de mucho calibre dentro del subgénero de cine de superhéroes, tanto por su presupuesto, como por su contenido – sólo Spiderman y Batman pueden competir con Supermán en popularidad, y ninguno de ellos le supera-).

 

 

Arritmias

 

Tercera: el metraje de Superman Returns adolece de cierta arritmia, causado principalmente por algunas deficiencias estructurales, principalmente referidas a la concatenación de la trama principal con la que concierne a Lex Luthor. El modo en el que el filme va desgranando los avatares sentimentales del Clark, Lois y Richard (y Jason) está bien engrasado, pero no acaba de casar con la deliberada frialdad que contagia la presencia del villain Luthor en todas sus apariciones. Cuesta alcanzar ese nexo invisible; con excepción de las secuencias climáticas, chirría la cohesión interna del guión. Y ello se nota, más por razón del largo metraje del filme.

 

 

     El despacho visual

 

Por lo demás, habrá quien eche en falta más secuencias de acción, habrá quien considere que la presencia de Richard -el “tercero en discordia”- resulta manida e incluso cansina, habrá quien considere que el epílogo sobra... También habrá quien considere que no falta ni sobra nada. En realidad, con esta Superman returns sucede algo parecido que con las últimas obras de Steven Spielberg: se puede discutir las opciones argumentales, pero no el modo en el que respiran en pantalla: si he dicho que nos hallamos ante el filme más redondo de Bryan Singer es porque el despacho visual del filme no tiene desperdicio: el gusto por la planificación y la dinámica caligrafía del realizador están reforzados por un esmero estético que, lejos de todo manierismo, enriquece el pulso narrativo y dota a cada secuencia de un vigor incontestable. Y algo parecido puede decirse sobre el modo en que Singer dirige los actores, extrayendo en todo caso la justa medida (en relación con ello, si tenemos la sensación de que los diálogos no caen -o caen poco- en el tópico, ello es porque siempre están sostenidos por un atractivo punto de vista visual). La verdad es que son muchas las secuencias del filme que están ejecutadas con mano maestra: la presentación de Lex Luthor; la llegada de Supermán a la tierra vista desde el punto de vista de Martha Kent; la primera escena de acción –la esencia: el regreso de Supermán, cuya celebración con vítores desde aquel estadio de béisbol se contagia a las plateas-; el vuelo nocturno de rigor –la delicadeza que exhala el tratamiento en imágenes de aquel instante iconográfico ya la querrían para sí muchas películas que tienen colgado el marchamo de románticas-; la secuencia del barco, con el piano y el fax –un magnífico ejemplo de la utilización de los elementos cinematográficos para crear tensión…y su implacable y genial resolución-; el desigual (y brutal) combate entre Luthor y Supermán en aquella tierra inhóspita, mefítica perversión de aquella virtud idílica que representa el hogar de Supermán…

 

 

    Otros actores

 

Uno de los principales retos con los que a priori se enfrentaba el filme tenía que ver con los intérpretes. No fueron pocas las críticas que llovieron de muchos foros sobre la elección de Brandon Routh y Kate Bosworth, dos actores semi-desconocidos y acaso muy jóvenes para incorporar los principales roles de la película. Felizmente, el resultado en pantalla se ha encargado de apagar esos agoreros comentarios, ya que ambos actores dotan a sus personajes de la suficiente credibilidad y atractivo para que, más que echar de menos a Reeve y a Kidder, nos demos cuenta de que, simplemente, no deben compararse. Algo parecido puede predicarse de Kevin Spacey: resulta muy fácil decir que Gene Hackman era mejor. Hackman era un peso pesado, estoy de acuerdo, pero Spacey también lo es. Y en todo caso, el actor galardonado por su interpretación de Kaiser Sozé en The Usual Suspects convence con su perfectamente matizada interpretación (a la que, como ya he dicho, coadyuvan en buena medida –y ello es predicable igualmente a Routh, a Bosworth, a Frank Langella, a James Marsden, a Sam Huntington y a Parker Posey- las estudiadas y elegantes elecciones de encuadre con los que Singer les impresiona).

 

 

    El mito

  

Dejo para el final –y dejen de leer si no quieren que les destripe la película- el comentario referido a la relación y conexiones de este Superman con respecto del filme de Richard Donner. A pesar de que narrativamente el filme sitúe su historia a la altura de un alternativo Superman 3, ello no empece a que colguemos inevitablemente al presente filme la condición de remake del filme de 1978. Me parece que es una de las mejores cualidades de la película de Bryan Singer el modo en el que, sin perder la propia personalidad, se acerca y se desata en homenajes por la que sin duda es una obra referencial en el subgénero de cine de superhéroes. Podemos sacar a colación la elección de unos títulos de créditos calcados del original pero llevados a un nuevo estadio (las espectaculares imágenes del viaje de Kal-El); la utilización del archive footage de la imagen y la voz de Marlon Brando; la composición narrativa construida desde la introducción de leves variaciones del esquema argumental del filme de 1978, y recogiendo los clichés visuales ya clásicos de aquella película –la granja de los Kent, la rutina del Daily Planet, Clark despojándose de la camisa o desapareciendo de escena misteriosamente-… Debemos sacar a colación que sigue funcionando a la perfección la fanfarria de John Williams –que considero una de las piedras angulares de su excelsa carrera como compositor-, pero también que John Ottman recoge el testigo musical con tanta pericia como capacidad descriptiva y/o atmosférica. Sin embargo, la conexión más emocionante entre las dos películas se halla en el propio leit-motiv del filme: en los últimos compases de la película Superman acuna a su hijo Jason recordando las palabras que Jor-El le legó (y que han sido mostradas al inicio de la película). Superman acaba encontrando en Jason, en la descendencia, la posibilidad de un equilibrio emocional que tanto buscó sin encontrarlo en sus periplos emocionales con Lois. Al igual que Jor-El pudo sobrellevar su hado y el de Krypton apoyándose en la posibilidad de un futuro personificado en Kal-El, “el hijo se convierte en padre…y el padre en hijo”. No puedo dejar de pensar que la captura de ese testigo de sabiduría, de virtud, puede predicarse de Bryan Singer, en el visible afecto que demuestra por Superman:the movie, sin por ello sacrificar su particular visión. De este modo, el inmenso talento de Singer convierte a esta Superman Returns en otro viaje, desde la siguiente generación, al mismo destino: el mito. El pupilo supera el maestro. Como debe ser.

 

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