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el espinazo del diablo

el espinazo del diablo

 

 El Espinazo del Diablo.

Director: Guillermo Del Toro.

Guión: Guillermo Del Toro, Antonio Trashorras y Daniel Muñoz.

Intérpretes: Federico Luppi, Eduardo Noriega, Marisa Paredes, Fernando Tielve, Irene Visedo.

Música: Guillermo Navarro.

Fotografía: Javier Álvarez.

  México-España. 2001. 99 minutos.

 

 


 

 

   Antes del fauno

 

En 2006, medio mundo saludó con afición el estreno de El Laberinto del Fauno, una espléndida película donde se funde el retrato realista bélico –situado en los primeros años de la postguerra civil española- con el relato fantástico de corte más o menos clásico. No todo el mundo sabe que El laberinto... era la segunda parte de una trilogía temática iniciada con la película que aquí nos ocupa. Vaya de entrada que resulta fácil considerar que El espinazo... puede verse claramente como un borrador temático y narrativo de la segunda obra, mucho más perfeccionada en casi todos los aspectos.

 

 

El orfanato

 

En efecto, El espinazo del diablo es una película cuya originalidad e interés reside en el engarce de esos dos terrenos cinematográficos a priori tan distantes. Aquí la acción se sitúa aún en tiempos de la contienda, en las postrimerías de la Guerra Civil, y en un orfanato dejado de la mano de Dios en tierras aragonesas, donde se acogen niños de republicanos caídos en combate. Aquí el fantasma de la guerra tiene su primordial peso, si bien no es tan explícito como en la obra posterior: el villano de la función no es el ejército fascista, sino una suerte de mercenario, un individuo que quiere sacar réditos de la coyuntura de indefensión que afecta a aquel centro de acogida. Esa presencia más sui generis de lo bélico se transmite al espectador mediante temas visuales tan interesantes como el obús encrustado al suelo del patio (y en lo temático, la falsa relación de aquella bomba con el acontecimiento trágico que da premisa al filme: “Santi desapareció la noche en que cayó la bomba”).

 

 

   Fantasmas

 

El director de Cronos da muestras de su habilidad escénica, y la fuerza de muchas secuencias –a menudo alcanzando la estilización de su ulterior referenciado filme- así lo ponen de manifiesto, tanto en el apartado dramático (especialmente apoyado en este punto a la interpretación de Marisa Paredes y Federico Luppi –también aparecen muchos niños, pero los resultados interpretativos no son tan encomiables como los logrados con el personaje de Ofelia, Ivana Baquero, en El Laberinto...) como en la creación de tensión y violencia. Ello no obstante, la historia de fantasmas que se nos narra chirría en diversos aspectos, la relación entre esa historia fantástica y el devenir de la realidad carece del empaque y originalidad de El Laberinto... El resultado es un filme de agradecido visionado, y de resultados irregulares entre las prometedoras premisas y la intangibilidad del desarrollo, entre el talento narrativo y la falta de cohesión del concepto con el desarrollo argumental al que sirve.

 

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