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cronos

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Cronos.

Director: Guillermo Del Toro.

Guión: Guillermo Del Toro.

Intérpretes: Federico Luppi, Ron Perlman, Claudio brook, Margarita Isabel, Tamara Shanath.

Música: Guillermo Navarro.

Fotografía: Javier Álvarez.

México. 1993. 97 minutos.

 

 

Imaginería Del Toro

 

Nos hallamos ante la opera prima de un realizador nada prolijo como es Guillermo Del Toro, realizador de más bien breve filmografía (seis películas en dieciséis años) por dos razones elementales que tienen mucho que ver con su calidad autoral –que considero indiscutible-: una, Del Toro no es un realizador de cine al uso, su educación se forjó en otras disciplinas artísticas, como el cómic y la pintura, hizo sus pinitos con el maquillaje, y por tanto es un director dotado para la prefiguración de una imaginería visual propia y muy característica, que se traduce en una meticulosa planificación, previsualización de la película mediante guiones ilustrados y storyboards que contienen no pocas claves del futuro capturado en el celuloide; dos, Del Toro no abdica a ese control: sólo una de las seis películas que hasta la fecha nos ha dejado puede ser considerada un producto de encargo –Blade II-, todo un lujo, o más bien un mérito para los tiempos que corren. Por hallarle un parangón en el escenario cinematográfico, se puede decir que Guillermo Del Toro es una versión mejicana de Tim Burton, director igualmente afincado en el cine fantástico, y al que, en mi opinión, le va netamente a la zaga.

 

Reinvención del mito vampírico

 

En Cronos, sin ir más lejos, sorprendió a todo el mundo con una maravillosa historia que propone una refundación muy original y particular de los mitos vampíricos (como si fuera fácil reinventar la historia que más veces se ha contado en la historia del cine) con un aderezo intimista, muy sugestivo, localista, y que al parecer encuentra su razón y sentido en nada más ni menos que un homenaje (del director de El Laberinto del Fauno a su abuela). Película de enseñas visuales y narrativas que no permiten en ningún caso dilucidar la falta de experiencia tras la cámara del director, Cronos introduce al espectador, ya desde su sugerente prólogo de raigambre clásica –una voz en off que nos cuenta una leyenda, la de un alquimista italiano del siglo XVI que huyó de la inquisición y construyó la máquina que da nombre al filme, máquina que contiene el secreto de la vida eterna- en un universo muy particular, basado en la sugestión continua a la que se somete al espectador, ya desde la sutil y constante introducción del elemento del Tiempo en imágenes y sonidos (relojes, campanadas lúgubres que se escuchan al principio y final de la historia, un metrónomo,...), ya desde las presentaciones de los personajes en sus contextos (la tienda de antigüedades, y su contraposición industrial: la cámara aislada en la que reside con su sobrino el villano de la función, Dieter De la Guardia, interpretado por el genial Claudio Brook), ya desde la mostración del ingenio que contiene la clave del filme (un diminuto prodigio de orfebrería, de forma ovalada, dorado, un aparato que parece remitir a formas de insectos en su articulación, y del que asimismo conocemos su interior en algún plano de detalle que muestra la fusión entre diversos y complejos engranajes con un ¿corazón? vivo, al parecer también un insecto ensangrentado), y tras esas premisas en el progresivo, ágil, brillante desgranamiento de la historia hacia los territorios iconográficos del cine de vampiros pero pasados por el tamiz de esa tan diferente premisa referencial y por la idiosincrasia más dramática que fantástica del personaje de Jesús Gris (Federico Luppi), así como su relación con su sobrina.

 

El Dios del Tiempo

 

De este modo se lleva a cabo, y desde dentro –desde la propia naturaleza de narración gótica en que la obra se erige-, una brillante subversión del género y de los visos terroríficos que han abonado en cine y literatura las narraciones sobre los no-muertos (tratando de establecer una comparación, decir que sus resultados son inmensamente superiores a los de una obra que también trataba de asir la figura vampírica desde una primera persona dramática: Interview with the vampire, novela de Anne Rice, y su adaptación cinematográfica efectuada por Neil Jordan en 1994). Y no se trata tan solo de que el sólido guión desarrolle con habilidad los postulados temáticos que Del Toro quiere poner en la picota, y que el realizador alcance una mayúscula precisión en el ritmo de su atmosférica narración –cosa que a Burton, sin ir más lejos, le cuesta conseguir-, se trata también del modo en que las imágenes despejan el camino a la abstracción, a la relectura de la narración más clásica del cine de terror, en el particular y doloroso proceso de aprendizaje de Jesús, en el tétrico, insólito, y tan bien acotado acompañamiento de su nieta muda, y en el enfrentamiento a De la Guardia que se va parangonando con un enfrentamiento mucho más trágico y elemental, el del hombre contra su sino, en pos de su alterada naturaleza, la muerte como redención y como sentido a la existencia. En ese particular, rescato un par de secuencias particularmente sugestivas, una de ellas, tras la frustrada incineración de Jesús, cuando éste regresa a su casa y habla con su nieta, en la que por montaje se va concatenando la interpretación de una lírica pieza a piano por parte de la hija (Mercedes Gris, Margarita Isabel), magníficamente secuenciado su ritmo en ese plano de detalle del metrónomo, alternado con el idéntico ritmo, tan luctuoso, en el que Jesús va escribiendo, a retazos, una carta explicativa para ella; otra, complementaria de la anterior, la última de la película, que abraza la redención personal de Gris con la reunión familiar, escena en el que aparece Jesús en la cama y se acercan a él su hija y su nieta, escena filmada por Del Toro en plano general, desde la lejanía, subrayando el elemento íntimo en el que la cámara no pretende inmiscuirse, sólo mostrar que Mercedes coge a Jesús de la mano, y la estancia va inundándose de luz, de una salvación sí dolorosa pero no violenta al hado trágico del protagonista. Y no quiero terminar sin citar que el escondite del Cronos en el peluche de la nieta de Gris es un homenaje al peluche en el que los niños de La noche del cazador guardaban el dinero. Con semejantes referentes, y con el notable talento demostrado por el guionista y realizador, quién se atrevía a dudar, ya entonces, que nos hallábamos ante un cineasta de primera categoría.

 

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