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el kimono rojo

el kimono rojo

 

The Crimson Kimono

Director: Samuel Fuller.

Guión: Samuel Fuller.

Intérpretes: Glenn Corbett, James Shigeta, Anna Lee, Victoria Shaw, Paul Dubov.

Música: Harry Sukman.

Fotografía: Sam Leavitt.

EEUU. 1959. 78 minutos.

 

Serie Negra, Serie B

 

Escrita y dirigida por Samuel Fuller en 1959, The Crimson Kimono puede contarse entre las mejores aportaciones que el realizador de Forty Guns legó al cine negro, así como una de sus más felices realizaciones adscritas a la serie B de los estudios. Ambas coyunturas –genérica e industrial- sirven para reconocer la idiosincrasia del filme: las imágenes en blanco y negro para describir la noche angelina y para jugar con sus esquinadas sombras (las que moran en aquel microcosmos, bajo la luz parpadeante que muestra el plano aéreo, el  que se acerca al principio del filme y se aleja al final), los evidentes corsés escénicos (magníficamente aprovechados: especialmente en las secuencias rodadas en interiores, Fuller se permite maniobras traviesas, geniales, de la cámara, en la disposición de los actores dentro y fuera de campo); la turbiedad del inicio de la cinta, donde tras un strip-tease de una rubia explosiva asistimos a su asesinato; la máxima celeridad en la exposición de personajes y situaciones, la gráfica secuenciación de la investigación que llevan a cabo los dos inspectores (todo ello en correspondencia con la brevedad de la película: setenta y ocho minutos)... Una forma de escribir y dirigir, en fin, imbuida de unos parámetros donde prima la narración ágil y la sucesión de acontecimientos que resulten atractivos al espectador, logrados merced de imaginativas argucias de guión o de puesta en escena; una funcionalidad de forma y fondo para nada reñida con el inmenso talento, el vigor que demuestran las imágenes.

 

 

Encuentro cultural

 

Sin embargo, el mayor interés de la película reside en el apartado argumental, por cuanto Fuller plantea una narración a diversos niveles, donde se dan la mano, desde la matriz investigadora, una aproximación al mundo nipón y a su cultura y tradiciones sedimentadas en la sociedad americana de acogida: el interés de Fuller al respecto se deja claro desde el propio título de la cinta –que más bien debería traducirse como el kimono carmesí, y que hace obvia referencia a la reconocible indumentaria japonesa-, y se espolea desde el enfrentamiento dramático que tiene lugar entre los protagonistas al afán fotográfico del filme de diversas de esas costumbres orientales -desde una ceremonia religiosa a un desfile, a una exposición de pequeñas figuras de geishas, o incluso a un combate-; también se deja patente en dos planos de detalle consecutivos, donde se muestran sendas inscripciones en mármol que conmemoran la colaboración nipona con las Fuerzas Armadas americanas en la guerra de Corea: al alinear esos planos, da la sensación de que Fuller pretende hermanar ambas culturas, o más bien reivindicar la foránea, sin los aspavientos pero sí la esencia de otra hermosa historia intercultural narrada en otra película, la muy posterior en el tiempo Yakuza de Sydney Pollack. Y por si aquel bagaje no fuera suficiente, mediante un sobresaliente ardid final de guión, la historia se plantea en términos de romanticismo exacerbado, estableciendo un parangón entre el móvil pasional del crimen que los policías han investigado y el meollo del propio conflicto que entre los dos ha germinado por culpa de sus sentimientos compartidos respecto a Christine. El férreo control de Fuller sobre los elementos argumentales se cierra de forma magistral en un desenlace tan poderoso en lo narrativo como en la caligrafía visual, donde sutilmente se está parabolizando sobre conflictos mucho menos locales o amistosos que los que conciernen a los dos policías.

 

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