primera plana
The Front Page.
Director: Billy Wilder.
Guión: I.A.L. Diamond y Billy Wilder, basado en una obra de Ben Hecht y Charles McArthur.
Intérpretes: Jack Lemon, Walter Matthau, Vincent Gardenia, Allen Garfield, Charles Durning, Carol Burnett, Susan Sarandon.
Dirección Artística: Henry Bumstead.
Fotografía: Jordan Cronenweth.
EEUU. 1972. 114 minutos.
Remake libre
Si en la época dorada de los estudios de Hollywood Howard Hawks rubricó una obra maestra con Luna nueva (His girl Friday, 1940), su adaptación de la obra de Ben Hecht, muchas décadas más tarde, en 1974, Billy Wilder rubricó esta igualmente genial nueva versión –que no remake en el sentido canónico-, en la que a pesar de conservar la coyuntura histórica de la obra (la acción de The Front Page se sitúa en 1928) Wilder (y su inseparable coguionista IAL Diamond) extrajeron todo el jugo que la mordacidad de una mirada contemporánea permitía.
La ética periodística en la picota
Digna de recuerdo por mucho más que por el hecho de ser una de las magníficas obras del tándem Lemon-Matthau a las órdenes de Wilder, el filme rezuma y resume la quintaesencia de la acerada visión que el guionista y realizador trazó durante tantas películas de su sociedad de acogida, la norteamericana, y más explícitamente de los mecanismos de poder y explotación que subyacen de las enseñas del capitalismo. Con más fiereza incluso que en Uno, dos, tres o En bandeja de plata, el filme que nos ocupa parte de una radiografía a la profesión periodística –donde la más elemental consigna que deja claro constante el metraje es que la verdad, en caso de existir, poco tiene que ver con los puntos de vista, de raigambre ideológica, política o directamente sensacionalista, con las que el periodismo afronta las noticias-, que rápidamente enrama con el auténtico crisol de circunstancias políticas que rodean a la ejecución de un penado en fechas de víspera electoral, panavisión retratada con hilaridad y un alto voltaje histriónico que no esconde su cinismo y una cruenta denuncia a la hipocresía e instrumentalización ideológica como moneda de cambio extendida y aceptada en el comportamiento de los poderes públicos.
Trasfondo sórdido
A pesar de contener algunos de los más desternillantes gags visuales o verbales de su autor, en The front page aletea tras las imágenes –o incluso en ellas- un trasfondo sórdido, una mirada doliente a las víctimas de un sistema, los parias sociales como lo son en este caso Earl Williams (el condenado a muerte que encarna Austin Pendleton), la prostituta de buen corazón (Carol Burnett) o incluso la provecta mujer que se dedica a la limpieza del centro penitenciario; casi todas las secuencias en las que estos personajes aparecen dejan en el espectador ese regusto agridulce entre la causticidad narrada y el trasfondo humano que Wilder no obvia sacar a relucir en soluciones sutiles (el hecho de que Earl se pase media hora encerrado en un buró mientras los periodísticas y el sheriff, cada uno de ellos en estricta defensa de sus exclusivos intereses, se están rifando su destino) o en situaciones diría que incluso violentas, al borde de lo trágico, como los furibundos ataques verbales a los que Burnett es sometida por parte de los periodistas y el fatal desenlace de un intento de suicidio de la misma, por mucho que después se remede el desenlace para no dar al traste con el tono cómico que precisa la historia. En este sentido, es particularmente significativa una secuencia en la que los periodistas brindan con Hildy en la sala de prensa por su marcha a Pensylvannia, y entonan canciones que la cámara recoge como sonido diegético mientras vemos al condenado avanzar por los pasillos de la penitenciaría y la cámara le deja pasar y se detiene en plano medio frente a la mujer de la limpieza, que cierra aquel jolgorio de los periodistas persignándose por la inminente muerte del pobre desgraciado.
Señas wilderianas
En los últimos años de su prolija filmografía, Wilder agravó su mirada cínica planteando gadgets de auténtico slapstick, o situaciones de la irrealidad más campante (v.gr. los desenlaces de Irma la dulce o Aquí, un amigo), que en el fondo no hacían otra cosa que abundar en su furibunda mirada crítica; en The Front Page esas intenciones cristalizan en el retrato desternillante de la policía persiguiendo al fugado por toda la ciudad, mostrando a cámara rápida una desopilante flota de coches policiales surcando las calles de Chicago, o resolviendo a balazos el asalto a un local en el que se cree en falso que el fugitivo se ha escondido (y que curiosamente se llama “Oficina de la libertad americana”, tal como rezan los rótulos en los cristales que la policía destroza). Otra de las constantes de la sarcástica caligrafía de Wilder es su utilización de los objetos con singular carga de mofa en lo simbólico: en el filme que nos ocupa no tienen desperdicio momentos tan desternillantes como aquel en el que el alcalde extrae la estrella de la solapa del sheriff y la utiliza para perforar la punta del puro que va a fumarse, o la utilización de un liguero del personaje que encarna Carol Burnett para efectuar un torniquete en el brazo herido de Williams. Y también podríamos hablar de unos palillos chinos, los que el alcalde “le permite usar” al Delegado del Gobernador cuando le envía a un burdel chino para sacárselo de encima. Puro Wilder. Puro genio.
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