Barton Fink
Barton Fink
Director: Joel Coen.
Guión: Ethan y Joel Coen.
Intérpretes: John Turturro, John Goodman, Judy Davis, Michale Lerner, John Mahoney, Jon Polito.
Música: Carter Burkwell.
Fotografía: Roger Deakins.
EEUU – 1991 – 114 minutos.
Opus magna
El bagaje cinematográfico de los hermanos Coen –siempre interesante, para quien escribe estas líneas- y la perspectiva que nos deja veintitantos años de tan variadas películas no alberga dudas de que los realizadores neoyorkinos alcanzaron su cénit en sus consecutivas Miller’s Crossing y esta Barton Fink. Para quien esto suscribe, cada nueva propuesta de Joel y Ethan Coen tiene mucho atractivo, incluso las obras peor consideradas por la crítica –como O’Brother, The Ladykillers o Intolerable Cruelty- están embebidas de ese punto de vista personal e intransferible con el que los hermanos abordan cualesquiera proyectos, y, con mayores o menores aciertos, no carecen de elementos que las hacen interesantes. La gloria (o los laureles de Hollywood) les llegaron con la magnífica adaptación de la obra de Cormac McCarthy No country for old men, quizá su mejor película en muchos años, pero a mi juicio algunos escalones cualitativos por debajo de las dos obras citadas como sus opus magnas.
Descenso a los infiernos
Barton Fink es un viaje, sobrio, sórdido, alucinógeno, a las entrañas de su homónimo protagonista, sesudo autor teatral traspuesto a escritor-sin-ideas de guiones de serie B en Hollywood (temática que nos ha dejado en los últimos años, amén de la que nos ocupa, películas tan estimulantes y trufadas de ingenio como Bullets over Broadway de Woody Allen o Adaptation de Spike Jonze). Esa idea central se desarrolla por los buenos de Joel y Ethan (respectivamente director y productor, según las sempiternas indicaciones de los créditos) en un auténtico alarde de sabiduría narrativa: partiendo de cánones de raigambre eminentemente subjetivista –todo el metraje se narra exclusivamente desde el punto de vista del autor interpretado por un pasmado John Turturro-, se pasan por el tapiz influencias literarias tan clásicas como el mito fáustico o el teatro del absurdo, así como los habituales referentes de novela negra, y los Coen describen con hipnótico talento el casi literal descenso a los infiernos a que se ve abocado el protagonista por mor de las decisiones que con la menor de las convicciones emprende. Lo que resulta más estimulante es que el filme despliega su tapete de extravagancias discursivas con tan acerada capacidad para la interrelación y la fluidez (méritos que emanan de un prodigioso y milimetrado guión) que el espectador sólo puede entender que está asistiendo a la resolución de una ecuación imposible, y que despacha en escena ese cúmulo de elementos con tanto talento que transmite a la perfección la sensación de opresión y el sufrimiento que sin duda se hallan en el meollo del discurso. Sin tratarse para nada de un filme comprensible, aquí las artes de los Coen no se embarullan, sus improntas personales no aparecen fragmentadas, sus piruetas visuales no se limitan al alarde formal: todo en Barton Fink es hermético, y aunque el tono constante del filme esté impregnado de ese gusto por la escenografía freak tan caro a la filmografía de los Coen, ello no resulta óbice (es más, coadyuva) a transportarnos por las abismales y corrosivas sendas temáticas que se tratan.
Elenco interpretativo
En el habitual gusto por la definición extrema de los personajes en liza, en Barton Fink resultan impagables las hiperbólicas interpretaciones, no sólo de Turturro, sino del elenco de secundarios: John Goodman, Michael Lerner y John Polito.
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