extraño vínculo de sangre
The Indian Runner
Director: Sean Penn.
Guión: Sean Penn, basado en una canción de Bruce Springsteen.
Intérpretes: David Morse, Viggo Mortensen, Valeria Golino, Patricia Arquette, Sandy Dennis, Charles Bronson, Dennis Hopper.
Música: Jack Nitzsche.
Fotografía: Anthony B. Richmond
EEUU. 1991. 110 minutos.
Las obras de Sean Penn guardan muchos parangones entre ellas, tantas que incluso cabe hablar de un nexo temático en común. Sea por vía deductiva (The Pledge) o inductiva (The Crossing Guard), sea por oposición (Into the wild), o bien como en el caso de esta su opera prima, The Indian Runner –ridículo título, el castellano-, una visión dual a partir de una historia fraternal, el hijo de Arthur Penn se empeña en hablarnos de la fragilidad del alma humana, el filo del abismo que espera al hombre en cualquier esquina inesperada de este periplo al que llamamos existencia (tampoco es baladí decir que sus elecciones en el campo actoral acostumbran a llevarlo por senderos análogos, caso de, por ejemplo, Hurlyburly, 21 grams, Dead Man Walking o Mystic River, sin ir más lejos). Que eso le convierta en un autor comprometido es materia que dejo para otro tipo de críticas que se escapan de lo estrictamente cinematográfico. Y que contengan una carga de denuncia social es, por un lado una obviedad, y por otro, una consecuencia secundaria de la esencia argumental de esas películas.
Arritmia
Esas ansias temáticas, per se, merecen un reconocimiento. Antes de perfeccionar su estilo en las citadas The Crossing Guard y The Pledge, en el filme que nos ocupa apreciamos que Penn se lanza sin perjuicios ni miedos al ejercicio de la puesta en escena pura y dura, y los resultados son harto irregulares. Hay demasiados alardes formales que empecen el discurso en lugar de enriquecerlo, como sería deseable, y las transiciones, punteadas bajo compases musicales, están aquejadas de cierta liviandad, un tratamiento epidérmico del sino de los personajes. También los insertos de raigambre mística –ese indio corriendo- parecen algo forzados. En definitiva, el mayor problema de The Indian Runner es su arritmia. Son los peligros de asumir riesgos.
Intimidad
Pero en el otro lado, esa asunción de riesgos tiene sus recompensas: la escena inicial de la persecución, resuelta con máxima sobriedad y una extraña belleza, los diversos elipsis que van punteando la narración, los imaginativos planos que a menudo Penn se arranca de su propia heterodoxia, y, en general, el modo en que la cámara captura los detalles más ínfimos –los relieves de la carretera, un cartel en un poste de gasolina, las colillas en el suelo,...– que nos sirven para apreciar la intimidad de la historia en su contexto humano y geográfico.
Esperanza…
Excesos, en definitiva, de uno y otro signo, pero en todo caso al servicio de una historia cuyo intimismo no se concede tregua de ningún tipo, convirtiendo la película en una obra coherente y genuina –tanto como el resto de obras de filmografía-, por entre cuyos filamentos podemos colegir esos fragmentos de sacrificio y dolor que empañan, condicionan y catalizan la existencia humana, y que pueden perfectamente resumirse en la cita de Tagore con la que se cierra la película: “El nacimiento de cada nuevo ser humano es una prueba evidente de que Dios aún no ha perdido la esperanza en nuestra especie”.
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