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la delgada línea roja

la delgada línea roja

The Thin Red Line

Director: Terrence Malick.

Guión: Terrence Malick, basado en la novela de James Jones.

Intérpretes: Adrien Brody, Jim Caveziel, Ben Chaplin, Sean Penn, Elias Koteas, Nick Nolte, George Clooney, John Cusack.

Música: Hans Zimmer.

Fotografía: John Toll.

EEUU. 1998. 147 minutos.

 


 

 

 

Abstracción

 

Lo primero que debe decirse de esta The Thin Red Line es que se trata de una película de una mayúscula belleza plástica – no se trata tanto de los indómitos parajes retratados sino del modo en que Malick los filma-, es una cinta de guerra, concretamente que describe uno de los más notorios episodios de la batalla del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, el que se libró en Guadalcanal, si bien esa filiación genérica al cine bélico admite todo tipo de cuestionamientos. A pesar de las apariencias, The Thin Red Line no obedece a los propósitos de obras literarias como The Naked and the Dead o cinematográficas como They were expendable o Platoon (por citar dos obras referenciales cuya realización pertenece a dos periodos históricos distintos y que tienen en común la importancia de la coralidad como vehículo para propósitos de retrato sociológico, generacional, político o ideológico). Malick sí que hace del discurso el auténtico eje de la narración, pero abraza la abstracción: la completa película se va configurando como una densa y extensa compilación de percepciones de tipo filosófico –reflexiones sobre el género humano y sobre la dualidad del bien y el mal, pero también el leit-motiv del (des)equilibrio del ser humano con la naturaleza-, disertación que, en definitiva, sólo utiliza la condición hiperbólica de los acontecimientos narrados a los efectos de su despliegue reflexivo.

 

 

         Tour de force visual

 

Algunos sectores de la crítica acusan a este tercer Malick de una languidez expositiva y de una innecesaria dilatación de la narración, pero entiendo que una película de esas características no aceptaría otra propuesta que la que el realizador articula, o, dicho de otra manera, que se puede discutir qué hace Malick o por qué lo hace, pero no la idoneidad de los medios cinematográficos escogidos por el cineasta. En el apartado formal, una de las características que evidentemente comparte con el género es el hecho de tratarse de una “película de hombres”, y en ese sentido el filme no puede defraudar a nadie, tanto por el talento interpretativo del impresionante elenco actoral, como por la lucidez con la que se presentan y definen los personajes en la terrible interrelación coyuntural a la que se ven abocados, aún más que por los diálogos por los tour de force visuales que promueve esa cámara intuitiva y más bien dolorosa que les contempla, que combina de forma sabia los elementos cinematográficos escogidos, sean imágenes ralentizadas, planos de detalle, pequeños  y continuos insertos de flash-backs, o la voz over de los personajes.

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