the grifters (los timadores)
The Grifters
Director: Stephen Frears.
Guión: Donald E. Westlake, basado en una novela de Jim Thompson.
Intérpretes: John Cusack, Anjélica Huston, Annette Benning, Pat Hingle, J. T. Walsh, Stephen Tobolowsky.
Música: Elmer Bernstein.
Fotografía: Oliver Stapleton.
EEUU. 1990. 99 minutos.
Negro sobre gris
A finales de los ochenta, cuando Stephen Frears aún no se había labrado la fama de todoterreno que actualmente ya nadie le discute (y si era mayoritariamente conocido en los Estados Unidos se debía sólo a su versión del clásico de Chaderlos de Laclos The Dangerouses Liaisons), Martin Scorsese quiso producirle este severo exponente de cine negro en tiempos –y permítaseme la expresión juguetona- demasiado blancos o grises para el género. Cuando en mi adolescencia fui a los cines a ver esta The Grifters me sorprendió el texto abrupto y sin concesiones que se pone en la picota argumental, pero pensándolo ahora creo que lo que me fascinó fue la puesta en escena de Stephen Frears, que, sin parecerlo, era de lo más radical. The Grifters se basa en una novela homónima de uno de los mejores escritores americanos de novela negra, Jim Thompson –autor de obras maestras como Pop 1280, entre otras- y aunque de entrada parece querer adentrarse en el relato más o menos descriptivo del modus vivendi de tres timadores de método diverso, conforme avanza el metraje y se erizan las relaciones entre los tres vértices de ese triángulo, la película pasa a penetrar en sendas más oscuras, al terreno del noir más estricto, con imágenes de sexo y muerte, de sangre esparcida en el suelo junto a billetes manchados de ese tono escarlata, en un texto sobre redenciones imposibles en cuyas texturas se escarba mucho más allá que la traición y los celos, e incluso se efectúa algún escabroso apunte referido al incesto.
Texturas
Cierto es que el desarrollo argumental dista de ser perfecto, porque resulta complicado adaptar la literatura de corte subjetivista y llena de aristas psicológicas que se halla en la narrativa de Thompson y porque en esa adaptación (efectuada por otro novelista, Donald Westlake) concurren pequeñas deficiencias tanto en la presentación de los personajes como en el tratamiento de algunos capítulos puntuales que resultan trascendentes en la evolución de la trama (p.ej. la enemistad entre Lily y Moira se plantea de un modo demasiado gráfico, y quizá resulta incongruente que, de sopetón, nos encontremos con la drástica decisión de la segunda de asesinar a la primera por despecho a una decisión de Roy). Sin embargo, como decía, lo más apasionante del filme que nos ocupa es su textura, la sabiduría con la que Frears va desgranando los acontecimientos, su pericia en la dirección de actores –que arranca grandes interpretaciones de los tres protagonistas, aunque quizá es de justicia destacar a Angélica Huston-, su afición por enmarcar a los personajes en el anonimato de la gran urbe (los diversos planos panorámicos, algunos con apariencia de extraviados, que retratan el tráfico; la secuencia en la que Lily escucha la carrera en medio de un embotellamiento en la autopista que es mostrado en plano general, o, sin ir más lejos, el plano final, donde el coche se pierde en el tráfico nocturno y la cámara se va alejando, incidiendo en ese mismo anonimato, en la circunstancia de que los hechos que se nos han narrado pueden suceder cerca de nosotros, sólo un poco por debajo de la superficie que conocemos). Todo ello conjuntado con una fotografía que busca lo lóbrego, y con esa partitura de lo teatral y lo siniestro que nos regala el maestro Elmer Bernstein. En The Grifters termina resultando más interesante el despliegue en imágenes del texto que el propio texto. Y Frears ofrece, en las primerías de los años noventa, una nueva pista sobre un talento tras la cámara que no le hace ascos a las codificaciones genéricas, y que es igual de capaz de moverse con soltura en una obra que adapta un texto cortesano del siglo XVIII como en la tortuosa senda propuesta por una novela urbana y negrísima. Con el paso de los años, seguiría dando pistas. A su prolífica filmografía me remito.
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