el escándalo de Larry Flint
People vs. Larry Flint. Director: Milos Forman. Guión: Larry Karaszewski, Scott Alexander. Intérpretes: Woody Harrelson, Courtney Love, Edward Norton, Brett Harrelson, James Cromwell, Crispin Glover. Música: Thomas Newman. Fotografía: Phillippe Rousselott. Canadá-EEUU. 1997. 123 minutos.
Weird american dream
Milos Forman es mucho más que una artesano. Pero como artesano es prodigioso. The People vs Larry Flint es un falso biopic, una aproximación más historiográfica que biográfica al empresario fundador de una de las más prolíficas representantes de la industria pornográfica en América, la revista Hustler. En la descriptiva, prodigiosa media hora inicial asistimos a la construcción del imperio por parte de Flint, pero también al perfil, por decirlo de algún modo, tan excéntrico y paleto del prócer (y de su completa trouppe), pero con un espíritu empresarial emprendedor, que se combinó con la suerte –o no, vistos los acontecimientos que el destino le deparó- para cimentar un auténtico imperio desde una idea. Forman demuestra su sabiduría y buenhacer cinematográfico en el despacho visual de esta historia –sin ir más lejos, fíjense en su pudorosa y a la vez sumamente efectiva concreción de las cuestiones pornográficas-, demuestra un portentoso dominio del ritmo y una magnífica capacidad para la dirección de actores (Woody Harrelson está que se sale, y Courtney Love logra cotas de patetismo realmente intensas).
La cruzada de los ultraconservadores
Pero si decía que no nos hallamos ante un biopic es porque, tras aquella media hora de presentación –que ya per se nos ha obligado a reflexionar, al narrar una historia arquetípica de la concreción del sueño americano, aunque maculada por los debates morales/prejuicios de esa naturaleza pornográfica-, el filme muestra sus cartas, y es para lanzar una doliente y acusadora mirada a la falsa moral de los sectores ultraconservadores americanos y a la vez una gráfica pero elegante –merced de la buena interpretación judicial de Edward Norton- defensa a ultranza de los valores constitucionales referidos a la libertad de expresión. Más gráfica teniendo en cuenta la idiosincrasia del propio protagonista –cuyo caprichoso temperamento y supina incultura el filme no duda en retratar con crudeza, sin falsas tintas, despertando la empatía del espectador más bien por los motivos dramáticos que le conciernen al final de la cinta-, que en principio se erige en un extraño valedor de la libertad de expresión y su ponderación frente a otros intereses, pero que, tras la radiografía social y jurídica que el filme plasma, se revela como clave en el loable discurso que la obra contiene.
La belleza y el dolor
Y la habilidad de Forman se demuestra asimismo en la ágil interacción que promueve entre esa vertiente objetiva (la trama judicial) y el desarrollo progresivamente grotesco y después melodramático de los acontecimientos, en la capacidad analítica de los personajes que Forman deja patente en apenas una concatenación de escenas en el interior de una habitación – con ese explícito y genial elipsis de varios años de encerrona-, o en el tratamiento cada vez más recogido, melancólico, del devenir final de Larry y su esposa, mostrando al espectador –en ese epílogo en el que Larry mira un video en el que su mujer se desnudaba para él- que, más allá de la condición social y cultural, la belleza y el dolor son compartimentos consecutivos en el sino de cualquier existencia humana.
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