hardcore (un mundo oculto)
Hardcore.
Director: Paul Schrader.
Guión: Paul Schrader.
Intérpretes: George C. Scott, Peter Boyle, Season Hubley, Ilah Davis, Gary Graham, Paul Marin.
Música: Jack Nitzsche.
Fotografía: Michael Chapman.
EEUU. 1979. 110 minutos.
Descenso a los infiernos
Tras su prometedor debut en la dirección con Blue Collar (y la confección de libretos tan genuinos y brillantes como el de Taxi Driver), Paul Schrader se metió, sospecho que de cabeza, en el proyecto que nos ocupa, producido por su amigo de quinta John Milius y escrito y dirigido por él mismo, y que narra una tortuosa historia en la que un hombre de una pequeña localidad del Midwest norteamericano, ultraconservador (practicante de una opción calvinista que tiene mucho de integrista) pierde a su hija cuando ésta viaja con su instituto a California y desaparece, siendo descubierta su pista por un detective en el mundillo de la industria del porno, y dando lugar a un viaje del padre a aquel terreno tan hostil para su alma para recuperar a la joven.
¿Autobiografía?
No es ningún secreto que Schrader, antes de iniciarse en el cine (con el apoyo de su hermano Leonard), pertenecía a una comunidad y familia de arraigadas convicciones religiosas y ultraconservadoras –imagino que semejantes a las que conciernen a Jake, el protagonista que tan bien encarna George C. Scott-, y que por tanto su viaje a Los Angeles y sus inicios en el mundo del cine debieron resultarle violentos desde un punto de vista emocional. Es por ello bastante evidente que esta lóbrega, atribulada y esquinada historia de un hombre de fe intachable metiéndose en los entresijos del turbio submundo del porno duro y aprendiendo dolorosas lecciones de vida (las que conciernen a la hija que en realidad no conocía) tiene mucho de autobiografía (si quieren, a ambos lados del espejo: como el padre que aprende a buscarse la vida en el mismísimo infierno, o como la hija que huye a cualquier precio de una educación castrante).
Subjetividad
Hardcore es un filme en las antípodas de lo que se puede considerar atractivo según la ligereza y afán estético vacuo de los cánones visuales actuales, porque su hiperrealismo, y la hechura y turbiedad de lo que la narración contiene merece muchos más arrestos de los que en pleno siglo XXI Hollywood se atreve siquiera a imaginar. Schrader no tiene, en el momento de realización de esta Hardcore, un estilo depurado, pero sí que su realización apunta a su esencia discursiva: planos descriptivos conjugados con primeros planos de la perenne tribulación de Scott, y una narración seca, sobria, para ir abriendo esas auténticas puertas del abismo que se le abren al protagonista, y que culminan siempre con explícitos, desgajados instantes de una violencia muy cruda (cuando Jake golpea con una lámpara al actor porno, la muerte del gángster Retán). Lo más apasionante de esa puesta en escena es su afán de obligar al espectador a sufrir en las propias carnes del protagonista (y del guionista), al igual que lo más fascinante de esta película es su escabrosa temática, el horror que palpita, más allá de las imágenes, en los sentimientos, el poso de sinceras frustraciones que en el fondo refleja este mediato autorretrato. Y todo ello servido desde una trama bien hilvanada, con personajes secundarios cuyo atractivo reside precisamente en la información subjetiva que aportan, su idiosincrasia pasada por el tamiz de la mirada de Jake (la prostituta Niki, el cuñado de Jake, el detective privado).
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