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la pasión de Cristo

la pasión de Cristo

The Passion of the Christ

Director: Mel Gibson.

Guión: Mel Gibson y Benedict Fitzgerald, basado en el Nuevo Testamento.

Intérpretes: Jim Caveziel, Maya Morgenstern, Christo Jivkov, De Vito, Monica Bellucci, Mattia Sbragia.

Música: John Debney, Gingger Shankar.

Fotografía: Caleb Deschanel.

EEUU. 2004. 110 minutos.

 


 

 

Empeño hagiográfico

 

 

No voy a ocultar que sufrí, y bastante, durante el visionado de la película de Mel Gibson, lo cual puede ser motivo de aplauso o de reprobación. Aplauso porque indudablemente esta polémica incursión de Mel Gibson en el cine bíblico derrocha intensidad por todos sus poros, y está planteada y ejecutada con un esmero especial por los elementos: un espectacular diseño de producción, la equilibrada conjunción argumental entre un afilado empeño hagiográfico y una sobria descripción del entorno social en el que aconteció la historia (del que no es ajeno el uso del arameo y el latin vulgaris, uso que tiene un peso específico en la función), y una labor de casting de lo más inspirada.

 

 

     Tortura

 

En el otro lado del espejo, no puedo dejar de pensar que The passion of the Christ es una película ultraviolenta: dedica la práctica totalidad de su metraje a narrar la despiadada tortura y posterior asesinato de Jesucristo. Sin pretender juzgar las motivaciones del realizador –lo cual podría coadyuvar a la polémica, pero viciaría el análisis objetivo del filme-, ese irreductible empeño en detallar tanto el ensañamiento de unos como el sufrimiento inhumano de otro, ese pulso tan deliberadamente instintivo desmerece un tanto la capacidad discursiva que otros filmes (v.gr. Il Vangelo secondo Matteo, Jesus of Montreaux o The last temptation of Christ) sí hacían valer con contundencia. Sea como fuere, el análisis rigurosamente visual del filme nos habla de lo que ya sabíamos, del talante indómito, indomeñable, visceral y rudamente ostentoso del director de Braveheart, y su pericia, absolutamente innegable, por concebir, encuadrar y ensamblar con precisión las imágenes y extraer de ello la más pura (por dolorosa que resulte aquí) épica.

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