la habitación del pánico
Panic Room
Director: David Fincher.
Guión: David Koepp.
Intérpretes: Jodie Foster, Forest Whitaker, Kristen Stewart, Dwight Yoakam, Jared Leto, Ann Magnuson
Música: Howard Shore.
Fotografía: Conrad W. Hall, Darius Khondji.
EEUU. 2002. 110 minutos.
El talante iconoclasta e irregular del realizador David Fincher dio un nuevo bandazo (¿en falso?) en esta Panic Room, pastiche mainstream en pura regla, alineado a los márgenes del cine de suspense, y que intenta en vano redefinir diversos conceptos recurrentes del género (a saber, la dualidad de puntos de vista, la claustrofobia como fuente de tensión, la intervención del azar), lo que da de resultas una obra indefinida, concienzudamente incongruente, a la vez casada y desafiante con todos sus referentes, y cuyas dosis de suspense acaban sucumbiendo en el filo del efectismo.
Ejercicio de estilo
Ahí entra en juego el siempre controvertido David Fincher, cuya ejecución esteta del filme sin duda no defrauda a sus más acérrimos seguidores, si bien las filigranas visuales están a menudo viciadas de gratuidad, lo que empobrece un tanto el ejercicio de estilo en que en definitiva esta película se erige. Viendo campar a sus anchas ese prominente escote del sufrido personaje que encarna Jodie Foster, uno no sabe si Fincher quiere jugar a hacer de Hitchcock llevando al subconsciente del ojo espectador las pulsiones de su artificio de suspense, o simplemente quiere redimensionar el rol más mítico de la actriz, Clarice Starling. En todo caso es probable y precisamente la Foster quien, dotando de suficientes matices al personaje (y la historia que lleva a cuestas), consigue en algunos pasajes llevar la película a un estadio superior del mero (y a menudo impecable, eso sí) acabado formal, lumínico y musical.
Inofensivo
Lo más extraño del caso es que sea David Koepp el firmante del libreto: el reputado guionista tiene más que demostrada su pericia en la elaboración de historias de este corte –alguna de ellas, incluso la ha dirigido él mismo-, que, amén de sus habilidades estructurales y dosificadoras de información, atraen por los sutiles poros de sus estrategias psicologistas. En Panic Room está claro que el bueno de Koepp planea más bajo de lo que es habitual en él. Aunque, en todo caso, lo que la película más echa de menos es precisamente su coda: la ambición: Panic room es un producto entretenido y a la postre inofensivo.
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