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la mala educación

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La mala educación

Director: Pedro Almodóvar.

Guión: Pedro Almodóvar.

Intérpretes: Fele Martínez, Gael García Bernal, Lluís Homar, Daniel Giménez Cacho, Francisco Maestre, Francisco Boira.

Música: Alberto Iglesias.

Fotografía: José Luis Alcaine.

España. 2004. 113 minutos.

 


 

 

 

¿Noir almodovariano?

 

Lamento tener que discrepar en mi apreciación de los resultados de este filme con las declaraciones de Pedro Almodóvar al respecto de sus intenciones al realizarlo, sobre lo que manifestó que quería rubricar un film noir. El inmenso talento del director de Matador le permite transitar con ciertas garantías en los laberínticos terrenos de aquel género que, ya desde los créditos, pretende homenajear, e incluso utilizar a su beneficio giros argumentales muy propios del thriller de resonancias hitchcockianas. Ahora bien, por interesantes que puedan resultar esos detalles no dejan de ser eso, referencias o intertextos que no pueden por menos que acabar contextualizados, engarzados en el apabullante estilo –que abraza lo temático, lo narrativo y lo visual- de Almodóvar, y que, puestos a etiquetar, se halla en algún confín de los universos del melodrama.

 

 

Azaroso azar

 

Al igual que sucede con el grueso de filmes del realizador manchego –y siguiendo una línea más directa con las dos (y maravillosas) películas precedentes a ésta de lo que se ha apreciado por buena parte de la crítica-, La mala educación se adentra, y sumerge al espectador, en la esencia del melodrama, en los personajes arrojados al límite de su pasión y su conciencia, enfrentados a un infausto porvenir, peones de un azar que hiperboliza los caprichos urdidos por clásicos de raigambre shakespeariana. Almodóvar planifica y dispone esos peones en escena con tamaño talento que contagia al espectador las dolencias emocionales en jaque, por improbables o alejadas de los valores o experiencias del receptor. Eso es muy, muy difícil, sólo está al alcance de aquéllos que dominan la técnica cinematográfica de tal modo que son capaces de imprimir sus pulsiones en imágenes sin perderse en marasmos de intenciones. Almodóvar es uno de esos escogidos cineastas, y ya lleva demasiadas dianas como para no reconocer su grandeza más allá de su tiempo en estas o cualesquiera otras fronteras. Magnífico director de actores –arranca sobresalientes interpretaciones de Lluís Homar y Fele Martínez-, magnífico creador de atmósferas de turbiedad emocional, magnífico ejecutor de unas pretensiones estéticas delimitadas y delimitadoras de un estilo, de la fusión entre tono y texto, entre forma y contenido.

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