el caso Winslow
The Winslow Boy
Director: David Mamet.
Guión: David Mamet, basado en la obra de Terence Rattigan.
Intérpretes: Jeremy Northam, Matthew y Rebecca Pigdeon, Colin Stinton, Nigel Hawthorne, Neil North.
Fotografía: Alaric Jans.
EEUU. 1999. 111 minutos.
Inteligencia
Pocos ponen en duda la cabal impronta de David Mamet en la cinematografía americana de los últimos veinte años. Mamet es un director que ha sido capaz, en los años del mestizaje cinematográfico –del gusto de unos por la estética videoclipera y de otros por las nuevas vanguardias de cinematografías que los pseudointelectuales suelen llamar “alternativas”-, de encontrar un sitio único en el panorama de estrenos más o menos regulares, sin tanta repercusión pero sin duda del mismo modo que auteurs del tipo Woody Allen. Y la impronta de Mamet se puede resumir en una palabra: inteligencia. Y es analizando esta brillante The Winslow Boy una de las ocasiones donde ello resulta más plausible: los espectadores acostumbrados a los juegos de continuos equívocos y desenlaces inesperados –que han venido caracterizando el grueso de la filmografía del autor de House of Games, La trama, Heist o Spartan- se sentirán descolocados con esta narración de época que nos ilustra en relación a un célebre capítulo judicial en el que lo único que se discutía era el robo o no por parte de un chico de catorce años de una cantidad ridícula de dinero. Los amantes de las muñecas rusas mametianas no pueden por menos que apreciar que la mano maestra del realizador prima aquí la forma sobre el contenido de manera tan notoria como es habitual en sus thrillers de disfraces, si bien pone ese talento narrativo al servicio de otros intereses muy distintos –la narración de época, ya lo hemos dicho: la caracterización de las clases burguesas de la Inglaterra de las postrimerías del siglo XIX, la descripción de su modo de organización social y en cierto modo política-, y logra, aplicándose simple y llanamente su método, unos resultados espectaculares.
Talento
The Winslow Boy, bajo su epidermis inofensiva, se me antoja como una de las descripciones de época más precisas y cargadas de matices que nos ha dado el cine de todos los tiempos, un relato cuya sencilla trama deviene, en el tapiz mametiano, simplemente apasionante. Las piezas de esta partida de ajedrez están dispuestas con su solvencia habitual: unos diálogos pulcros y que se llenan de electricidad en el momento menos pensado, una disposición escénica que alcanza la perfección en no pocas ocasiones, y una observación cuya frialdad/distancia aparente revierte en diversos –y mudamente sincopados- clímax emocionales que dejan huella en el espectador. La sabiduría de Mamet en la realización de películas es tan apabullante que ya va siendo hora que se le reivindique mucho más allá que como autor de meros divertimentos.
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