Rocco y sus hermanos
Rocco e suoi fratelli
Director: Luchino Visconti.
Guión: Suso Cecchi d'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli (Relato: Giovanni Testori)
Intérpretes: Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, Katina Paxinau, Claudia Cardinale.
Música: Nino Rota.
Italia. 1960. 170 minutos.
Inmigración
Filmada en 1960 –por tanto, una de las primeras grandes obras del realizador-, en Rocco e suoi fratelli Visconti nos propone lo mismo que a los hermanos que protagonizan la cinta: una migración, un viaje obligado por la coyuntura socioeconómica de una nación en la que aún se padecían los ecos de la pretérita guerra perdida, donde los jornaleros de las zonas rurales se veían obligados de abandonar su hogar y buscar fortuna en las grandes ciudades.
Milano
En este caso, la importancia capital de Milán -no sólo en lo temático, el transcurso de los acontecimientos, sino también en la trascendencia que la cámara de Visconti le otorga- aparece cargada de una dramaturgia febril y a su vez perfectamente yuxtapuesta con una sutil y genial fórmula de retrato sociológico. El director italiano explora las relaciones de oposición y los conflictos entre zonas subdesarrolladas y zonas industriales, entre las zonas rurales y las zonas urbanas. En la ciudad en construcción, las vidas la Sra. Parondi y sus hijos se ven abocadas, simple y llanamente, a diversas suertes de supervivencia. En ese sentido, reseña Visconti, el conflicto que se gesta entre Rocco y Simon nada tiene que ver con apuntes de raigambre bíblica sobre el bien y el mal, ni con el modo en que les afecta su compartida inclinación por el personaje de Nadia. Antes bien, procede del modo en que las pulsiones de la ciudad van incardinándose en las personalidades de uno y otro. Rocco no es la bondad personificada, sino la voz del discurso objetivo y sobrio de Visconti, la conciencia del daño que la oscuridad inflige en el alma.
Rocco, Nadia y Simon
No son pocos los momentos de de esta emocionante obra que se conservan en la retina. El realizador se mueve siempre en alternancia entre el empeño detallista en los retratos corales (la familia, los combates de boxeo, las secuencias en la lavandería, los bares) y la plasmación de la tragedia que se va fraguando, lenta pero segura, en las secuencias íntimas que protagonizan Rocco, Nadia y Simon, y que alcanzan diversos clímax que se caracterizan a la vez por su terrible contenido y por su impresionante belleza plástica.
Delon, Salvatori, Girardot… y Rota
También se guardan en la memoria cinéfila las impresionantes interpretaciones: Alain Delon en uno de los mejores papeles de toda su carrera, Renato Salvatori en la piel descarnada de Simone –un personaje repleto de contradicciones y matices, y clave en el discurso del filme-, la mamma (Katina Paxinou), y, por supuesto, Annie Girardot, asumiendo en su piel de Nadia el hado trágico de la historia. A título anecdótico, decir que Claudia Cardinale efectúa aquí una de sus primeras apariciones en la gran pantalla. Mención aparte merece la música original compuesta por Nino Rota, sencillamente insuperable, alentando y azotando con su improbable belleza las reglas escénicas de Visconti (diría que el autor de la partitura de The Godfather alcanza en esta obra idénticos niveles de excelencia que en las mejores partituras que compuso para Fellini –lo que ya es decir-).
La censura
El visionado de la versión íntegra del filme en formato DVD permite apreciar, por lo demás, las estrategias utilizadas por la censura: escarbando en los nuevos doblajes añadidos, podemos darnos cuenta de que no sólo se escatimaron al público secuencias de contenido o planteamiento sexual. La tijera también se cebó con saña sobre portentosos diálogos –principalmente aquél que protagonizan Rocco y Nadia en la terraza de un bar, al regreso del primero de su carrera militar- que tratan sobre la nostalgia por el hogar abandonado y la responsabilidad que en ello tuvo la implantación de una política económica abrasiva. Secuencias cortadas que, al fin y al cabo, contenían las claves de la película. No es menor que ése el daño que la censura infligió.
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