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bully

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Bully.

Director: Larry Clark.

Guión: Zachary Long y Roger Pullis, basado en la obra de Jim Schutze.

Intérpretes: Brad Renfro, Rachel Miner, Bijou Phillips, Nick Stahl, Michael Pitt, Kelli Garner, Alan Lily.

Fotografía: Steve Gainer.

EEUU. 2001. 122 minutos

 

         

 

 

          Martin, Bobby y los demás

 

          Aunque Larry Clark tenga la deferencia de no informarnos de ello hasta el epílogo, la historia que Bully narra sucedió en realidad y en un suburbio de una localidad de Florida: Bobby Kent murió el 14 de Julio de 1993; diversos jóvenes, amigos suyos, participaron en su asesinato, un asesinato premeditado por el que recibieron las condenas que aparecen sobreimpresas al final del metraje: Martin, el mejor amigo de la víctima, fue condenado a la silla eléctrica.

 

 

          Sociología

 

          Lamento no conocer la obra de Jim Schutze que Clark lleva a la pantalla, porque me da a mí que, sin perjuicio de los agravios comparativos en lo referido a talento literario, debe de ser equiparable en su marchamo de análisis sociológico al In cold blood de Capote. Digo esto tomando como referencia la excesiva y a menudo brillante adaptación que Clark propone, que sin duda encuentra un parangón en la película que Richard Brooks efectuó en relación a los sucesos de Holcomb. Los tiempos han cambiado, la radiografía social es diametralmente opuesta, pero existe un nexo, el asesinato, que sirve en ambos casos para lanzar una serie de reflexiones sobre el desarraigo vital y la propia naturaleza humana. En esta ocasión, Schutze y Clark concretan en lo sociológico lo que en la sobresaliente novela de Capote quedaba en abstracción filosófica. Bully nos habla de un grupo de adolescentes que se ponen de acuerdo para asesinar a otro adolescente, que maltrata de palabra y obra a uno de ellos y estigmatiza a los demás. Desde el propio título sabemos de qué va a versar la tesina de Clark: bullying es la denominación de los malos tratos en el ámbito escolar, extensible a cualquier otro orden relacionado con la infancia y la adolescencia. Si la película tiene ese título es porque sustenta su narración en un caso de bullying –que se describe en imágenes de una forma más que gráfica-, y en las consecuencias que esos malos tratos tendrán en la mente, sentimientos y actos de un grupo de jóvenes que, viviendo en la tierra de la abundancia, parecen desarraigados de todo valor -empezando por el familiar-, y que sostienen el tiempo que viven en el sexo, las drogas y las discusiones ociosas. Cierto es según mi punto de vista que Clark se recrea demasiado –como siempre- en dar explicitud y una carga de nihilismo a las actividades de esos correligionarios de la nada que retrata en imágenes, pero ello no empece que bajo esos continuos atracos de jóvenes follando y drogándose anide una narración bien alambicada en el retrato de los miedos, deseos e inquietudes que les movilizan hacia el crimen, así como una sutil radiografía de los motivos familiares, culturales, coyunturales que tienen su peso específico en el nonsense que mueve sus actos.

 

 

          Patetismo

 

A pesar de su cierto efectismo, más allá de sus imperfecciones, Clark domina el ritmo de la función y mediante secuencias sólo en apariencia desgajadas va jalonando un feroz retrato de los personajes, consiguiendo contagiar la visceralidad de su narración al espectador, para llevarlo a la secuencia climática, que está rodada con mucho talento y aprovecha a la perfección los recursos del montaje y del sonido: es atmosférica, es vibrante, es violenta, es desoladora… Desquicia al espectador del mismo modo que a los actores de la trama. En el desenlace, Clark se sirve de diversas secuencias que se ensañan con el patetismo de los actos de Martin, Lisa, Ally, Donnie, Kelly y Derek, pero ello no hace más que abundar en ese su discurso que no entiende de verdugos, sólo de víctimas. Sólo le falta rematarnos con el último minuto de metraje, el juego de vacuidades en el banquillo de los acusados seguida de esa relación de condenas, tan absurdas como los actos cometidos, apuntaladas por la pena capital para Martin –por cierto, impresionante Brad Renfro-, que se convierte por imperativo legal en lo que ya era de facto: la mayor de las víctimas de esta coda de malsanos acontecimientos que pueden suceder, y de hecho suceden, cerca de tu casa.

 

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