Gloria
Gloria.
Director: John Cassavetes.
Guión: John Cassavetes.
Intérpretes: Gena Rowlands, John Adames, Julie Carmen, Buck Henry, Val Avery.
Música: Bill Conti.
Fotografía: Fred Schuler.
EEUU. 1980. 112 minutos.
Esta producción de 1980 fue una de las últimas –y también de las más famosas, por su presunta comercialidad- obras del genial realizador John Cassavetes, y da la sensación que el realizador de Shadows quiso rendir tributo a su esposa y actriz Gena Rowlands, para quien construyó esta inclasificable historia que se devanea constantemente entre el thriller y el drama, siempre atípico (como el grueso de la obra del realizador). Y si hablo de tributo, lo primero que debería decir es que se trata de un tributo más que merecido, porque la Rowlands fue una actriz como la copa de un pino, y el personaje de Gloria Swenson (ése es el nombre de acuñación tan cinéfila de la protagonista del filme) sólo es agradecido si se tiene la capacidad de encararlo, y la actriz lo borda.
Una mujer contra el sistema
Lo segundo que debería decirse es que Gloria es un personaje a la que no le recuerdo parangón en el cine, una mujer que se enfrenta a la virilidad más explícita, una turba de gángsters italianos, y lo hace desde su propia idiosincrasia. Y con ella logra domeñarlos, o vencerlos, o engañarles, o directamente aniquilarlos. Así que Gloria es un filme que le da la vuelta a todos los tópicos del género, y basa su narración en la fortaleza y habilidad de una mujer (una auténtica superviviente) que se enfrenta con todo un sistema (palabra que no utilizo por capricho, pues se menciona en una conversación entre la protagonista y el niño, y esa conversación o esa palabra, como sucede siempre en las buenas películas, no obedece a la casualidad). Si hablamos de la mutación de los tópicos, también debe mencionarse el tratamiento de Phil, el niño portorriqueño que Gloria adopta contra todos los elementos. Phil es un niño más bien consentido, tan cariñoso como tramposo, y en el tratamiento de la historia no se hace el habitual hincapié en su –por otro lado obvio- desamparo, antes bien se abunda en ese carácter fuerte que sirve de contrapunto al otro carácter fuerte, el de Gloria, a quien el niño (y sólo él) consigue descolocar constantemente. A pesar de que el niño bromee diciéndole que además de ser su familia es su novia, la verdad es que no son pocas las situaciones en las que los conflictos sentimentales de uno/a respecto al/a la otro/a explotan en abierta confrontación, y la relación de la salvadora con el salvado obedece a parámetros de desconcierto que se suman a la trama de persecución, con resultados admirables.
Instinto maternal
Una de las cuestiones más interesantes que se plantean al espectador constante el visionado del periplo de Gloria y de Phil es la importancia de la ciudad de Nueva York en la trama. Desde la huida inicial, Gloria va anunciando su intención de llevarse a Phil a Pittsburgh, pero queda patente que hay una fuerza superior e invisible que le impide llevar a cabo ese plan de supervivencia. Así sucede que Gloria y Phil se pasan toda la película dando vueltas entre la mugre del Bronx y el refinamiento del Upper East de Manhattan, pasando por las calles de Brooklyn. Cogen autobuses y taxis y metros para dar vueltas y más vueltas a un círculo vicioso, a un laberinto sin salida. Incluso Cassavetes lleva a sus personajes a diversas estaciones donde están a punto de coger billetes pero no lo hacen. Queda así clara la incapacidad de Gloria –que dice, en la estación, “no me gusta este lugar”, para justificar que no haya comprado los billetes de tren- de abandonar Nueva York, incapacidad o duda que se yuxtapone a la confusión de sus sentimientos hacia Phil y sus miedos por la decisión que, inopinadamente, se da cuenta que está tomando. Cassavetes nos habla así de la esencia del instinto maternal, en una descripción hermosísima de la progresiva conciencia de Gloria de su responsabilidad para con Phil.
Posibilidad de escape
Las confusiones –interiores y exteriores- se disolverán en el último instante del filme, donde finalmente sí que parece que, pírricamente, Gloria y Phil hallarán la posibilidad de escape que están buscando. Pero ese desenlace no tendrá lugar sin la previa catarsis de Gloria –la secuencia en la que se mete en la boca del lobo, va a ver al gángster Manzini para encontrar una salida para la vida del pequeño, y la suya propia-. El viaje ha sido espinoso, una inesperada lucha por la redención, que ha resultado dolorosa –así lo refrenda la utilización de la música de Bill Conti, y el asomo de lo melodramático en algunos compases (pienso especialmente en el clímax inicial, el asesinato de la familia de Phil, en off visual pero no auditivo, en un momento de una carga lírica impresionante).
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