flores rotas
Broken Flowers
Director: Jim Jarmusch.
Guión: Jim Jarmusch, basado en una idea del Bill Raden y Sara Driver.
Intérpretes: Bill Murray, Jeffrey Wright, Sharon Stone, Tilda Swinton, Jessica Lange, Chlöe Sevigny, Julie Delpy.
Música: Mulatu Astatke.
Fotografía: Frederick Elmes.
EEUU. 2005. 97 minutos.
El fantasma de Casanova
Como suele suceder en el cine de Jarmusch, Broken Flowers parte de una premisa argumental tan simple (y de plano planteamiento) como atractiva: un cincuentañero soltero, acomodado, y con fama (pretérita) de Don Juan recibe una carta cerrada en sobre rosa y escrita con una vieja máquina con cinta roja, de una antigua amante anónima, que le anuncia la posible visita de un hijo de ambos, de 19 años. Con la intervención de un vecino amante de las hazañas detectivescas, el protagonista emprende un viaje en busca de aquel (eventual) hijo, un viaje hacia su pasado.
Murray re-redescubierto
En la interpretación de Murray (y su reacción al reencuentro con las diversas féminas que desacompasan sus pasos) radica el análisis vital (e incluso sociológico) de Jarmusch. Sólo en apariencia es sencillo o superficial. Esa interpretación merece el mayor reconocimiento, y también su dirección. A Jarmusch, igual que a Don (o Donnie, como le llaman las mujeres, con esa familiaridad que suele esconder algo más turbio en el subtexto de las miradas y gestos) le basta con muy poco, o con nada - hablando en términos de diálogo- para decir mucho. En lo que concierne a Murray, por ejemplo, muchas susceptibilidades han saltado al socaire de un comentario de lo más facilón, cuya premisa es la aparente semejanza interpretativa entre ésta y la anterior actuación de Bill Murray en Lost in translation, y cuya inferencia es tan gratuíta e infundada como comparar la última película de Jarmusch con aquella obra de la hija de Francis Coppola. Por matizar, incluso la premisa inicial daría lugar a ello: es cierto que en ambos casos nos encontramos ante interpretaciones lacónicas, pero no es menos cierto que si analizamos la filmografía de Murray, a pesar de lo que en un primer momento se nos ocurre, damos por convenir que esa forma de actuar le caracteriza desde siempre, por muchas muecas que de forma aislada maticen ese rostro sarpullido, cínico y de sensación perenne de reposo. No entraré en más disquisiciones ni comparaciones entre los filmes enunciados, ya que los propósitos y la hechura de una y otra películas se sitúan en las antípodas.
No Direction Home
Jarmusch prosigue con su idea del sketch como un ente autónomo, y en secuencias aisladas –que giran entorno al mismo desorden emocional del protagonista- organiza esta atípica road movie, esta historia de un viaje hacia ninguna parte en la que el cuidado envoltorio de anécdotas no nos impide asistir a la desazón o vacío del personaje, y donde hallamos, junto al entramado psicológico/dramático, otros focos de atención subyacentes –una hábil parábola sobre el desvanecimiento de los valores de la generación hippie, así como diversas pullas sobre la neurosis y pobreza espiritual del ciudadano-tipo adinerado de la sociedad americana (o no sólo americana)-. Jarmusch podría definirse como una especie de freelance del cine, lo que no le impide ser, en películas como la que nos ocupa, demoledor. Nos habla del fondo de un desasimiento emocional, en el que se encuentra recluído el personaje de Don Johnston (nombre-chiste cínico, sin duda) pero del que no llega a ser del todo consciente hasta que, por causa de esa extraña circunstancia que le pone en busca de la-madre-de-su-eventual-hijo, alienta un sufrimiento que deriva de una crisis existencial que, precisamente por el laconismo del personaje, aún se revela más grave, más imposible de superar. Don lo intenta en el último instante del filme, pero la cámara, en ese plano circular entorno a su desolación, le abandona a su sentido, trágico, de la insignificancia.
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