baby doll
Baby Doll
Director: Elia Kazan.
Guión: Tennesse Williams.
Intérpretes: Karl Malden, Carroll Baker, Eli Wallach, Mildred Dunnock, Lonny Chapman, Noah Williamson.
Música: Kenyon Hopkins.
Fotografía: Boris Kaufman.
EEUU. 1956. 112 minutos.
No interesa demasiado comentar los problemas que Baby Doll tuvo con la Liga de la Decencia y con el cardenal Spellman en la fecha de su estreno: el tiempo pone a cada uno en su sitio. Quizá sí interesa comentar, al hilo de la reseña de este filme, que es la única adaptación de una obra del celebérrimo dramaturgo Tenesse Williams en la que éste intervino directamente en el guión. Más que ninguna otra adaptación, su presencia en el libreto se nota en la estructura eminentemente teatral de la película –más incluso que La gata sobre el tejado de zinc-. Y en el aspecto temático, Baby Doll contiene el epítome del aura lírica y sombría de la obra del autor de A streetcar named Desire: nos habla de la pérdida de la inocencia, del ocaso de un modo de vida ya obsoleto, de la sinrazón de unos planteamientos abocados al fracaso, y de las perniciosas repercusiones de esa coyuntura en el espíritu humano; una serie de elementos que Williams no desglosa sino de cuya mezcolanza extrae la lírica, convirtiendo a los peones de la historia en personajes abocados al límite de sus fuerzas y de sus motivaciones, víctimas e involuntarios verdugos de una coda de destrucción.
…y Kazan
Kazan sirve a la perfección los postulados de Williams, y arranca de todos los espacios narrativos una perenne sensación de pérdida y de desconsuelo, tanto los concernientes a la turbia relación entre los cuatro personajes de la historia, como a lo relativo a la descripción del microcosmos escénico (esa mansión desvencijada, prolija en detalles de su latente destrucción, esos trabajadores de color esparcidos por la finca, desquiciados y abandonados a su blues, la suciedad, el aroma a marchito...). En secuencias como la de la seducción de Eli Wallach a Carroll Baker, o en el largo clímax de la función, el director de Splendor on the Grass certifica su intransferible talento en la dirección de actores y su ya legendaria capacidad para extraer destellos de improbable belleza de las situaciones más turbias imaginables.
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