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VOICE OVER

Michael Collins

Michael Collins

Michael Collins.

Director: Neil Jordan

Guión: Neil Jordan.

Intérpretes: Liam Neeson, Julia Roberts, Alan Rickman, Stephen Rea, Ian Hart, Richard Ingram, Aidan Quinn, Brendan Gleeson.

Música: Elliott Goldenthal

Fotografía: Chris Menges.

EEUU. 1995. 140 minutos


 

 

 

Activismo político

 

Es quizá la presencia de Julia Roberts en ese reparto tan bien nutrido de rostros sajones lo que lleva a engaño: Michael Collins no es un biopic al uso, ni una adaptación encauzada en los cánones del mainstream hollywoodiense. Es, bien al contrario, un filme político de Neil Jordan (todos los suyos lo son, en mayor o menor medida) en el que el guionista y realizador de The Crying Game expone en imágenes una somera radiografía de los años de activismo político de la figura que para muchos dio carta de nacimiento a la IRA. Y Jordan se permite sus licencias narrativas, pero no pierde un marcado sentido del respeto por la veracidad de su alocución, dibujando con todo lujo de señas –de complejidad- el carismático personaje que tan bien incorpora Liam Neeson.

 

 

Descripción

 

El filme ofrece una cuidada puesta en escena de su época, y se caracteriza especialmente por el gusto por la descripción, expeditiva y clara, de los diversos acontecimientos que se dieron cita en Irlanda durante los turbulentos años posteriores a la primera Guerra Mundial. El logro de la pirueta radica sobretodo en hacer accesible y sencillo lo que en realidad no lo es, desarrollando la historia mediante secuencias cortas perfectamente concatenadas y que albergan, cada una de ellas, una capacidad de sugestión que sirve a los propósitos didácticos de la función. La sobriedad no está reñida con la emoción, y no son pocas las secuencias que desde el primer visionado se albergan en la retina del espectador (destacaría las secuencias que enfrentan a Collins con De Valera –tan bien matizado por Alan Rickman-, pero especialmente el tratamiento –tan novedoso, tan hábil, a la postre tan bello- de la historia de amor de Collins con Kitty, desde el triángulo inicial hasta el montaje paralelo de secuencias final, tan desalentador).

 

 

         Cine e ideología

 

Sobre los filamentos discursivos del filme puede estarse o no de acuerdo (a mentes no cuadriculadas se les puede recomendar, por ejemplo, el visionado de The wind that shakes the bartley, de Ken Loach, que revisa algunos hechos idénticos a los que aquí ocupan la narración desde parámetros bien distintos), pero lo que es indiscutible es la calidad cinematográfica de la cinta. Siendo ésta quizá la obra más personal del autor de The Butcher Boy, las imágenes derrochan tanto corazón como inteligencia, tanta artesanía como capacidad creativa, tanta violencia como belleza. Una película sencillamente imprescindible.

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