Jarhead
Jarhead
Director: Sam Mendes.
Guión: William Boyles jr, basado en la novela de Anthony Swofford.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Jamie Foxx, Scott McDonald, Peter Sarsgaard, Lo Ming, Chris Cooper.
Música: Thomas Newman.
Fotografía: Roger Deakins.
EEUU. 2005. 113 minutos.
Producción y dirección
Tras abandonar su currículo teatral y meterse de cabeza en la industria cinematográfica –y labrarse un Oscar con su opera prima-, Sam Mendes parece dispuesto a alinear sus bien aprendidas nociones de puesta en escena para llevar a buen puerto proyectos de muy diverso pelaje. Parece complicado encontrar nexos temáticos entre los tres filmes que en el momento de realizar la presente conformaban su bagaje en cine –a pesar de que algún crítico malintencionado los ha querido ver en un cierto afán de “fortuna y gloria”, por mor de un tratamiento discursivo menos acerado de lo que propuestas como la que aquí nos ocupa o American Beauty podrían patrocinar-, y bien fácil en cambio convenir en que Mendes ha contado desde su primera obra con el arropo de un padrino de la talla de Spielberg y de un elenco técnico de solvencia más que contrastada (sin ir más lejos, podemos citar para el caso de Jarhead la tarea de montaje de Walter Murch y la fotografía de Roger Deakins), cuya colaboración resulta inestimable y bien visible en la hechura de los filmes que Mendes firma.
De Vietnam a Irak
Jarhead adapta para la pantalla una narración autobiográfica de un marine que relata sus experiencias y sensaciones durante la participación en la que se ha dado en llamar la primera guerra del Golfo Pérsico. Para ello, el primer obstáculo que debe sortear Mendes (Mendes o cualquiera que pretenda meterse en estas lides) es el peso demoledor de la auténtica antología de obras referenciales que en las últimas décadas nos ha dejado el cine bélico estadounidense. En ese sentido, Mendes se pliega a las referencias haciéndolas textuales (desde el inicio del filme, que remite a Full Metal Jacket, hasta los homenajes a Apocalypse Now y The Deer Hunter), y por su lado da muestras de habilidad para rehuir ese indudable sambenito apoyándose en el tono –y ese tono, que se apoya a su vez en la baza temática-: estamos lejos de la guerra de guerrillas de Vietnam, del escenario selvático, de su dramatismo, y de la madurez en el tratamiento de su catártico sentido político: por eso, el tono escogido deambula continuamente por la senda de la ironía, y sólo se puntúa con sutiles detalles dramáticos para hacer patente la confusión que el filme pretende retratar. En ese sentido, sin embargo, quizá hay que reconocer cierta herencia del único antecedente célebre de esa guerra filmada, la extraña ópera bélica de David O’Russell Three Kings.
Ni un disparo
Viendo Jarhead uno puede acusar que no pasa nada, y eso es precisamente el más evidente alegato de la película: los marines adiestrados como francotiradores no pueden disparar una sola bala constante la fugaz batalla, y sí perder su mísero tiempo con pasatiempos infames, arrugarse de calor, caer en conatos de conflictos internos, y en definitiva, moverse entre la arena y la mierda mientras los altos mandos planean y los aviones de combate ejecutan. Jarhead remite al mote con que se llamaban los marines a si mismos, y significa cabeza de bote. Quizá ése, el propio título, aún es un alegato más evidente que el mencionado al principio del párrafo.
Escenografía
Jarhead es una película bien narrada –abusando de forma provechosa del steadycam-, y bien interpretada, que podría haber ido aún más lejos en su valía cinematográfica si se hubiera atrevido a estirar y elevar su discurso articulando más secuencias como aquélla, tan brillante, que transcurre en el ocaso, en el desierto bajo los pozos petrolíferos sangrantes, que riegan a los marines, que ennegrecen la piel, los ojos y la ropa de los soldados –una secuencia de fuerte contenido alegórico, y por lo demás de manufactura impecable-.
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