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diner

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Diner.

Director: Barry Levinson.

Guión: Barry Levinson.

Intérpretes: Kevin Bacon, Paul Reiser, Steve Guttenberg, Ellen Barkin, Timothy Daly, Daniel Stern, Mickey Rourke.

Música: Bruce Brody, Ivan Kral.

Fotografía: Peter Sova.

EEUU. 1982. 105 minutos.

 


 

 

Los felices cincuenta

 

 

Una de las realizaciones más interesantes que hasta la fecha nos ha dejado Barry Levinson es sin duda su opera prima, este testimonio de la generación que creció en la aprentemente dulce y abundante década de los años cincuenta. Al igual que sucediera tiempo después con Avalon, esta Diner (guionizada por el propio realizador) se erige como un retrato de tintes autobiográficos, cuya acción transcurre durante unos pocos días en los que finaliza la mencionada década, y cuya narración se adentra en las vidas de un grupo de amigos a través de cuyos conflictos emocionales y sentimentales el director de Rain Man logra lanzar una mirada lúcida y transparente de los códigos de conducta y las codas vitales de esa generación, mirada tributaria en parte de las visiones de Penn en Four Friends, de Cimino en The Deer Hunter, o de Lucas en American Grafitti, pero dotada de suficiente personalidad.

 

 

Detener el tiempo

 

El título del filme –los Diner son un tipo de locales muy característicos en los States, en los que se sirven comidas durante las 24 horas del día- remite al punto de encuentro de los diversos amigos, enclave en el que se dan cita conversaciones-tipo y experiencias compartidas entre ellos; en el discurso de Levinson, ese escenario- leit-motiv parece instituido para detener el tiempo: en las conversaciones mínimas y los grandes planes inmediatos que se fraguan aparece siempre una sensación de dejà vú de la que los actores en la trama participan gozosos, tratando de retener ese mismo tiempo que, lento pero seguro, se les empieza a escapar de las manos. No es un dato baladí la edad de los protagonistas de Diner: la adolescencia les ha abandonado, unos trabajan, o están casados, o cursan estudios universitarios; el momento de tomar decisiones (y de asumir responsabilidades) les adviene, y los actores de este interesante drama siguen anclados en el placer por la música, por los deportes, por lo visual (amén del cine, la televisión tiene particular importancia en esta narración), o en el sentimiento teen y acomplejado del sexo, sin que esas decisiones que esperan a la vuelta de la esquina –casarse, trabajar, tener hijos- puedan en modo alguno cristalizar fruto de reflexiones maduradas sino como imposiciones sobrevenidas (el trabajo que Boggie acepta por mor de sus deudas; la conversación en la que Shrevie habla con Fenwick de su matrimonio y confiesa que “no sabe de qué hablar”, aunque después matiza que “pero todo va muy bien”; la boda de Eddie, que no se celebra hasta tanto su prometida no aprueba un examen sobre deportes).

 

 

         El futuro...

 

En el tono quedo de Diner, y sin que los acontecimientos trasciendan a la gravedad en ningún momento, el espectador puede comprender que el futuro que espera a esos chicos no podrá ser halagüeño, o en todo caso se sostendrá en valores tambaleantes, difusos como el provenir de la propia nación americana en los años sesenta. Hasta ahí alcanza la trascendencia de esta prometedora primera obra de Levinson, que además cimentó la fama de un grupo de jóvenes actores entre los que encontramos a Kevin Bacon, Paul Reiser, Steve Guttenberg, Ellen Barkin, Timothy Daly y Mickey Rourke.

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